Nunca más dictadura
A veces se intenta normalizar una situación o tendencia determinada a base de repetir insistentemente una misma información, en este caso, sobre lo que votan los jóvenes.
Es cierto que puede haber una
minoría que se incline por la extrema derecha, pero afortunadamente la mayoría
conoce -porque se les ha explicado y porque la memoria colectiva todavía está viva-
qué significa vivir bajo una dictadura. Y saben que el fascismo nunca más puede
ser una opción.
Vivir bajo una dictadura es vivir
sometido al miedo, a la represión y a la negación sistemática de los derechos
humanos. Es vivir sin libertad de expresión, sin capacidad de decidir, con la
censura como norma y con la violencia como herramienta de control. Es vivir en
un régimen que encarcela, tortura y asesina para mantenerse en el poder, que
convierte a los ciudadanos en súbditos y que condena a generaciones enteras a
la sumisión y al silencio.
Esta experiencia terrible y
sanguinaria que vivimos durante el franquismo no puede ser olvidada ni
relativizada, porque forma parte de nuestra historia y nos recuerda el precio
inmenso que se pagó para recuperar la democracia.
Las generaciones que sufrimos
aquella oscuridad hemos transmitido a nuestros hijos y nietos el recuerdo de lo
que significaba vivir sin derechos ni libertad. Hemos explicado que la
democracia no fue un regalo, sino una conquista arrancada con sacrificios,
movilizaciones y resistencia.
Por ello, sabemos que no podemos
permitir que los discursos interesados de los que añoran la España negra del
franquismo vuelvan a arraigar.
Los jóvenes de hoy, herederos de
esta memoria y protagonistas del futuro, tienen claro que defender la
democracia es defender su propia dignidad. Es cierto que la democracia debe
mejorar, debe ser más justa, participativa e igualitaria, pero nunca puede ser
sustituida por el autoritarismo.
El fascismo es sinónimo de
violencia, de silencio impuesto, de persecución y de sangre derramada. Es la
negación absoluta de la libertad y de la dignidad humana. Ninguna sociedad que
aspire a ser justa e igualitaria puede permitir que vuelva a arraigar un
sistema que convierte a los ciudadanos en súbditos y que condena a generaciones
enteras al miedo y a la obediencia ciega.
Les guste o no a los defensores
de la dictadura, el futuro es democrático, libre e igualitario.
A pesar de los intentos de los
dirigentes de la extrema derecha de sembrar el miedo y la división con
discursos xenófobos y excluyentes, los jóvenes de hoy no se dejarán engañar por
personajes trogloditas como Santiago Abascal (Vox), Sílvia Orriols (Aliança
Catalana) o incluso dirigentes de Junts.
Sus proclamas, basadas en el odio
a la diversidad, en la negación de los derechos de las minorías y en la
voluntad de retroceder hacia un Estado oscuro y autoritario, no tienen cabida
en una sociedad que aspira a ser plural y justa.
Sabemos que la xenofobia y la
exclusión son armas viejas del fascismo, ya que si bien se presentan como
soluciones fáciles a problemas complejos, en realidad sólo generan más
desigualdad, más violencia y más fractura social.
Los discursos que criminalizan a
las personas migrantes, que desprecian a las mujeres o que niegan la diversidad
cultural y lingüística o el cambio climático son una amenaza directa contra la
convivencia, la democracia y el futuro del planeta.
Pero los jóvenes, que han crecido
en un mundo más abierto e interconectado, saben que el futuro pasa por la
solidaridad, la inclusión y el respeto a los derechos humanos.
Es cierto que la democracia debe
mejorar, que hay que profundizarla y hacerla más participativa e igualitaria.
Pero precisamente por eso los jóvenes no votarán a aquellos que quieren
destruirla con discursos de odio, sino que la defenderán y la harán crecer.
El fascismo nunca más, porque
sabemos qué significa y porque no estamos dispuestos a volver atrás. La memoria
del sufrimiento bajo la dictadura y la conciencia del peligro que representan
las ideologías excluyentes son el mejor antídoto contra quienes quieren imponer
un futuro de miedo y sumisión.
La democracia nunca puede ser
sustituida por el autoritarismo. La libertad de expresión, el derecho a
decidir, la igualdad ante la ley y la protección de los más vulnerables son
conquistas que no se pueden perder.
Con
la fuerza de las nuevas generaciones, el fascismo no tendrá cabida. Los jóvenes
de hoy, herederos de la memoria histórica y protagonistas del futuro, saben que
defender la democracia es defender su propia dignidad.
Ellos son la garantía de que
nunca más volveremos a la España negra del franquismo, que nunca más
aceptaremos la censura, la persecución o la sumisión. Su voz es la continuación
de las luchas del pasado y la promesa de un futuro mejor.
Por eso, ante los discursos
interesados que intentan blanquear el fascismo y normalizar el autoritarismo,
la respuesta debe ser clara y rotunda: nunca más.
Nunca más dictadura, nunca más represión, nunca más
sumisión. El futuro es nuestro, y será libre, democrático e igualitario.
Pedro Jesús Fernàndez

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