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Cataluña, la ignominia en marcha!

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Si uno tuviera que definir en una línea el carácter del español, ¿como seria? Básicamente, español es en el inconsciente colectivo, aquel que aplastó civilizaciones de América del Sur. Un conquistador, un guerrero, un soldado orgulloso de sus batallas. Además, los españoles, a su entender, nunca han conocido la derrota. Algunos contratiempos, a lo sumo. El tipo de batalla es no importante: ¡él es un soldado! Un guerrero que fundamenta su razón de existir en el enfrentamiento, la aniquilación del otro y la humillación del que ha sometido. Que este sea un hombre, un toro o un molino, es indiferente. ¡Él ha vencido, el es fuerte y valiente! Que el combate sea desigual, ridículo o burlesco no le importa. Su propósito es mostrar su valor ridiculizando al que ha derribado. ¿Y si pierde una batalla? Borra el evento de su memoria y de la historia. El español es un personaje de la mitología ibérica: no lo es de una región en particular. Pero la región que mejor se adapta a

La lengua catalana

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Resulta, en verdad, curioso que todo lo que José María Pemán escribió en ABC hace cincuenta años sobre el catalán siga siendo tan certero: «Me encuentro –¡otra vez!– el problema del idioma catalán revivido con ocasión de la enseñanza en las escuelas. Pienso que el primer problema del catalán como idioma es calificarlo como "problema". En este caso, como en otros muchos, el problema es el modo de manipular una cosa que en sí misma no lo es. El catalán, en sí, no es un problema: es una evidencia. Lo que ocurre es que las evidencias cobran fisonomía contorsionada de problema cuando son manejadas por los políticos, ¡que esos sí que son un problema!». Es altamente irresponsable hacer creer a los españoles que enseñar en lengua catalana equivale a «adoctrinar». Se puede adoctrinar en cualquier idioma; en castellano, por ejemplo, se está adoctrinando (y corrompiendo) a nuestros hijos de las formas más puercas y miserables sin que nos inmutemos. El catalán