La lógica del ciudadano


Cuando tuve que decidir el título de esta columna me di cuenta de hasta qué punto es importante dicha elección.
Es la carta de presentación, la primera impresión que recibe el posible lector y, por consiguiente, debe ser una muestra lo más clara posible de lo que se puede encontrar en los artículos que componen la sección. “Lógica ciudadana” no es casual, sino que pretende dejar muy claro que quien aquí escribe intenta, y espera conseguir, ser simplemente un amplificador de lo que se respira en la calle.
Simplemente ciudadanos de a pie que no disponen de las herramientas con las que las élites políticas, económicas o judiciales pueden influir en la marcha de la vida de un país.
Sólo disponemos de la lógica, de lo que se supone que deben ser las cosas, de una manera simplista de afrontar nuestro día a día desde la suposición de que nuestros gobernantes y dirigentes políticos trabajan por facilitarnos aquellas tareas que se escapan de nuestro alcance.
Pero nuestra falta de conocimientos o experiencia en tantos y tantos asuntos públicos no se debe confundir con incapacidad de opinar.
Siempre desde nuestra lógica, la de los ciudadanos.
No necesitamos ser expertos en mecánica para saber que ese ruido del motor de nuestro coche no es buena señal. No hace falta haber hecho un curso de entrenador para saber que perder muchos partidos es muestra de que un equipo no va bien. Y no hace falta militar en un partido político ni pasado años como concejal, consejero o ministro para opinar que el momento político de España es posiblemente el peor que recuerda nuestra maltrecha democracia.
Por lógica, sólo por lógica…
El lenguaje político, así como el económico o el judicial, está confeccionado para que unos pocos puedan tomar ciertas decisiones sin que el pueblo tenga capacidad para responder.
Lo que no comprendes no puedes discutirlo.
Y, por eso, cuando no entendemos por qué un rey departe amistosamente con un heredero a otro trono, con fundadas sospechas de ser responsable del escalofriante asesinato de un periodista, nos aplastan bajo conceptos diplomáticos y de responsabilidad internacional, para que nuestra ignorancia disfrace de obligación lo que nosotros vemos como una humillación nacional.
Por lo mismo, cuando una chica es violada, simple y trágicamente violada, nos cuentan que no, que sólo ha habido un abuso, porque no se dieron ciertas circunstancias “necesarias” para que el acto se considere violación.
Pero claro, a la chica la violaron y nosotros no entendemos nada.
De igual modo, cuando el desastroso y corrupto sistema financiero español recibe la recompensa de más de 60.000 millones de euros por haber sostenido tan eficazmente el status quo de los poderosos, y tan sólo devuelve 4.700 millones, nuestra indignación queda absorbida por los grititos de satisfacción de nuestros políticos mientras alaban aquella fantástica operación con frases como “Me gustaría especificarlo muy claramente, aquí no hay un coste para los contribuyentes españoles”, según el ministro De Guindos.
Y nuestra lógica nos dice que, los mismos que manipulan las palabras para ocultar los defectos del sistema, tienen las soluciones en sus manos.
Y entonces empieza nuestra estupefacción… ¿Dónde están todas las iniciativas necesarias para reconducir el estado de nuestro país a una situación más justa, que beneficie a los ciudadanos, por encima de todo a los más desprotegidos?
¿Dónde están las dificultades?
¿Por qué la misma rapidez que se dieron en llegar a modificar la Constitución en unas pocas horas no se la dan para modificar las leyes necesarias para proteger a la buena gente frente a los corruptos y los delincuentes?
¿Acaso alguno de nuestros partidos políticos no defiende que si una mujer dice no, debe de ser no, y que cualquier otra cosa es violación?
¿Acaso hay un solo dirigente que defienda que el dinero que todos pusimos para “rescatar” a la banca, no debe ser devuelto íntegramente por la misma banca, ahora que su situación está estabilizada?
¿Tenemos diputados en el Congreso que apoyan el daño que a nuestra imagen internacional hace la fotografía de nuestro emérito demostrando su afecto por un futuro monarca manchado de sangre, y no sólo por un único acto, sino por lo que su régimen supone para los Derechos Humanos en la zona?
Entonces… ¿por qué no aplican nuestra misma lógica y, en lugar de llamarse fascistas o golpistas y acusarse de espectrales escupitajos, se ponen a trabajar en aquellas cuestiones que el sentido común considera primordiales?
Cuando nuestros representantes empezaron su camino político, ¿no era el bienestar colectivo su principal objetivo? ¿Qué pasó entonces?
¿Cuándo dejaron de ver nuestras caras y nuestros problemas y decidieron que nosotros podríamos esperar?
No es complicado, se llama gobernar.
Consiste en administrar los medios de los que dispone la nación para poner a disposición del pueblo lo necesario para ser productivos, útiles, mejores personas, más cultos, mejor preparados…
Por supuesto que todo se puede hacer de distintas maneras, pero tenemos claro que, cuando el resultado final es corrupción, hambre, ancianos y niños desprotegidos, desahucios, enfermedad, incultura, violencia, etc., es que esa no es la manera. Y llevan siglos ensayándola.
Lo mismo podrían ir dándose cuenta de que es un error.
¿Desde qué lógica un humorista, un cantante o un dibujante pueden terminar ante un tribunal por hacer su trabajo?
¿Desde qué lógica la libertad de expresión no puede disponer de libertad de expresión?
¿Por qué cuando nos hablan no entendemos nada y necesitamos que nos lo expliquen periodistas que no nos lo van a explicar porque ese es el trabajo actual del periodista, y el que lo explica de verdad termina despedido de su empresa?
Lógica ciudadana.
Sólo queremos lo que nos corresponde como sostenedores de nuestro país.
No pedimos lo que no trabajamos, pero tampoco queremos renunciar a lo que es nuestro.
Y este país es nuestro, lo hemos levantado a golpe de despertador quienes no entendemos por qué, cuando a alguien le sale de las gónadas, cientos de personas se pueden quedar sin empleo y nuestros gobernantes no lo impiden, después de haberles subvencionado hasta la obscenidad.
Lógica ciudadana. Le tienen miedo porque, si no fuera así, también sería su lógica.

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