El derecho de manifestación como estrategia de provocación
Fue una provocación mayúscula que un grupúsculo de policías
quisiera manifestarse en la plaza de Sant Jaume de Barcelona el 29 de
septiembre para homenajear a esos suyos (probablemente, a sí mismos) que hace
un año fueron a reprimir el 1-O.
Era una provocación que se convocara en Barcelona y
no en Madrid, ya que la excusa fueron reivindicaciones salariales, una
estrategia chulesca que ni siquiera secundaban los sindicatos policiales
mayoritarios y que hace sospechar que pendía de unos hilos movidos por encima
de la tal Jusapol, asociación presuntamente sufragada por Ciudadanos.
Aunque la respuesta fue escasa (3.000 asistentes frente
a los 10.000 que anunció Jusapol), no es de extrañar que se viera tanto brazo
en alto.
Hace unos días eldiario.es publicó en
exclusiva las imágenes de la brutalidad policial durante el 1-O.
Ya habíamos visto bastante y no había
lugar a dudas, pero los vídeos publicados ahora añaden pruebas de la violencia
del Estado.
Casualmente, pocos días después estaba
convocada la reivindicación de los violentos.
Dicen que ha habido “choques”, pero en
realidad lo chocante fue la convocatoria misma.
Si hace un año la policía española fue
a agredir a la ciudadanía catalana, es una obviedad que este año ha ido a
provocar.
Si entonces fue el “a por ellos”,
ahora ha sido el “aquí seguimos”.
Solo que ahora eran pocos y se supone
que desarmados.
Ni siquiera sería de extrañar que
hubiera infiltrados de la propia policía española, como he visto en Madrid más
de una vez y de dos.
De salida, la escenita les ha venido
de lujo al Albert Rivera y al Manuel Valls.
Ni qué decir tiene que el “aliado”
Pablo Casado se apresuró a frotarse las manos en forma de tuit: “¿Qué más tiene
que pasar en Catalunya para que el Gobierno ponga orden? Exijo la aplicación
del art155 para restituir la legalidad y la convivencia”.
Más
allá del autoritarismo en los términos (orden, exijo), Casado dejó patente que
no reconoce a un Govern con cuya toma de posesión dejó de tener efecto de
manera automática ese artículo 155 que impusieron los suyos, con el que Rajoy
volvió a amenazar cuando aún no sospechaba que a él le quedaban dos telediarios
y que el propio maestro por la cara en Derecho Autonómico lleva reclamando
varios días.
Así entiende la democracia el
presidente del PP.
Obsesionado con la intervención de
Catalunya, rezuma un nacionalismo españolista que bien querría para sí una
buena diada rojigualda en la plaza de Oriente de Madrid, al ladito de esa
Almudena donde la familia Franco quiere llevar las cenizas del dictador.
Una zona muy céntrica.
Como
era de esperar, la manifestación policial de falsas reivindicaciones salariales
estuvo infestada de ultraderechistas levantando el brazo en plan fascista.
Y, lejos de ser reprimidos, los Mossos
cargaron contra quienes enfrentaron la impunidad y la desfachatez de los
cómplices (o los artífices) de la violencia de hace un año, contra quienes
plantaron cara a los que entonces rompieron brazos, abrieron cabezas y
reventaron ojos.
Era difícil, pero no había que haber
caído en esa provocación, que solo favorece a la ultra españolista.
Torra
ha pedido al independentismo que siga comportándose “a la catalana”, es decir,
sin violencia.
Y tiene razón.
Porque si algo ha caracterizado las
movilizaciones del procés es
que han sido pacíficas, incluso siendo sometidas a la humillación y al
ensañamiento extremos.
La existencia durante casi un año de
presos políticos (el jueguecito de palabras con eso de los políticos presos es
una soberana e insultante tomadura de pelo) es, junto a la violencia contra la
ciudadanía, la máxima expresión de una represión política de corte manu militari.
Una prisión preventiva que es
vergüenza del Estado y que solo ha sido posible con la connivencia de esa
Corona a la que jalea el maestro Casado cuando se pasa por Catalunya a seguir
haciendo, como Rajoy, independentistas como churros.
Lo
que toca a hora a todos los catalanes, independentistas o no, es
no permitir que se manipule la memoria de la violencia del 1-O y seguir
defendiendo sus derechos (empezando por el derecho a la libertad y siguiendo
por el derecho a decidir) sin caer en las provocaciones de la extrema derecha,
a duras penas contenida en los cuerpos policiales del Estado.
Esas provocaciones solo favorecen al
relato oficial y a los intereses políticos de gente como Rivera o Valls. La
manifestación de Barcelona fue pura y dura estrategia.
Ruth Toledano
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