Franco no ha muerto
En
un editorial reciente, titulado “Franco ha muerto”
(12.11.17), el rotativo El País indicaba que
la afirmación hecha por Pablo Iglesias, Irene Montero y Pablo Echenique del
partido Podemos de que las personas encarceladas por la Audiencia Nacional (los
dirigentes de Òmnium Cultural y de la Asamblea Nacional Catalana -ANC-, así
como el vicepresident y algunos de los consellers del gobierno catalán) eran presos
políticos debía considerarse como “extemporánea” y “absurda”,
cualificaciones también aplicables a las declaraciones de dirigentes políticos
europeos como el ex primer ministro socialista del gobierno belga, el Sr. Elio
Di Rupo, que habían utilizado la misma expresión para definir tales presos.
En
realidad, este último había incluso acusado al Sr. Rajoy, presidente del
Gobierno, de “franquista
autoritario”, algo que el editorial de El Paísconsideraba como
una afirmación intolerable y digna del máximo desprecio. El editorial
consideraba ofensivo para España y fuera de lugar el utilizar expresiones que
pudieran asimilar estos encarcelamientos realizados por el Estado español ahora
con los ocurridos durante la dictadura que en España se llama franquista y que
tuvo lugar durante el periodo 1939-1978. Asumir semejanzas entre lo ocurrido
ahora y lo que ocurrió en aquel pasado ignoraba –según aquel editorial– que la
democracia actual en España no tenía nada que ver con la dictadura que la
precedió.
De
ahí que, de nuevo, según tal editorial, definir hoy como franquistas acciones
del Estado español era tan absurdo como que tales términos fueran utilizados en
referencia al gobierno alemán, que tuvo en su pasado una dictadura semejante.
Escribía El País
que utilizar el término franquistapara definir el
comportamiento del gobierno español presidido por el Sr. Rajoy era tan absurdo
como lo sería utilizar el término nazi para definir comportamientos del
gobierno alemán presidido por la Sra. Merkel. Hasta aquí el punto sostenido por
el rotativo de mayor tirada del país y que refleja bien la opinión del
establishment político-mediático del país.
Comparar, sin embargo, la
relación del gobierno Merkel en Alemania con su pasado, y la del gobierno Rajoy
con el suyo, llegando a la conclusión que ambos pasados son semejantes, refleja
una enorme ignorancia de la historia de ambos países.
Alemania
experimentó una desnazificación. España, no
El
País parece
desconocer cómo se hizo la transición de la dictadura a la democracia en
Alemania, pues hay una enorme diferencia entre cómo Alemania pasó de la
dictadura nazi a la democracia, y cómo España pasó de una dictadura fascista a
la situación actual. El nazismo fue erradicado de las
instituciones alemanas después de la II Guerra Mundial. En aquel
país, la llegada de la democracia significó una ruptura con el estado nazi
anterior, habiendo realizado el Estado democrático una campaña de
desnazificación profunda y masiva. Ello no ocurrió en España. Todo lo
contrario.
El
Estado democrático español no supuso una ruptura con el anterior
El Estado democrático en
España no significó una ruptura sino una apertura de un Estado dictatorial
imbuido de una ideología totalizante, la cual incluía un nacionalismo extremo
uninacional que no admitía la plurinacionalidad de la España real, reprimiendo
brutalmente a todos los que tenían una visión de España distinta a dicha visión
uninacional, siendo definidos como la anti España.
No
ha sido reconocido –incluso hoy– por parte del Estado español que la dictadura
fascista fue una de las más represivas que hayan existido en España en el siglo
XX. Según el profesor Malefakis, de la Universidad de Columbia de Nueva York,
en EEUU, experto en el fascismo europeo, por cada asesinato político que
cometió el régimen liderado por Mussolini, el dirigido por el general Franco
cometió 10.000.
En
la apertura que significó el establecimiento de la democracia (que naturalmente
significó un gran avance para el país) se mantuvieron, sin embargo, los
aparatos represivos del Estado, que variaron poco respecto a los del Estado
anterior. Es más, la cultura franquista, con su visión uninacional extrema,
persistió en tales aparatos, que mantuvieron una continuidad considerable
respecto a su situación anterior.
Y
como consecuencia de la función represora del Estado, todavía hoy España es uno
de los países de la UE que tiene más policías por cada 100.000 habitantes, y,
en cambio, menos personas adultas que trabajan en los servicios públicos del
Estado del Bienestar, tales como sanidad, educación y escuelas de infancia,
entre otros (ver mi libro Bienestar insuficiente, democracia
incompleta. De lo que no se habla en nuestro país. Premio Anagrama
de Ensayo, 2002).
El
contraste de la transición del nazismo a la democracia en Alemania con la
transición (mal llamada modélica) en España
Tal diferencia entre la
transición de la dictadura en España y la que tuvo lugar en Alemania es enorme.
En
Alemania la desnazificación tuvo lugar inmediatamente después de terminar la
dictadura nazi: los Juicios de Núremberg, de 1945 a 1946, que se realizaron
inmediatamente después de la caída del régimen nazi, juzgaron a gobernantes
nazis que tuvieron que responder ante un tribunal por los actos represivos que
dicho régimen había realizado contra los sectores de la población alemana y de
los países ocupados que se opusieron a él. Las élites gobernantes del régimen
nazi fueron juzgadas y sentenciadas en tales juicios.
Nada
semejante a ello ocurrió en España, donde las élites gobernantes continuaron
ocupando posiciones prominentes en el régimen que sucedió a la dictadura. En
realidad, muchos de los dirigentes del aparato del régimen dictatorial
continuaron en posiciones dirigentes del sistema democrático, siendo su
influencia sobre el proceso de transición enormemente poderosa, dejando su
imprimátur en gran número de resoluciones adoptadas por el Estado, el cual se
estableció no a base de una ruptura con el Estado anterior, sino como una
adaptación y apertura a nuevos actores dentro del Estado, suficiente para que
pudiera presentarse como un Estado democrático que le permitiese ser aceptado
en la Unión Europea.
Ni que decir tiene esta
apertura fue enormemente importante y permitió la canalización de los deseos
populares a través de partidos políticos, con alternancia en el poder,
estableciéndose, entre otras cosas, el Estado del Bienestar. Pero estas
conquistas sociales llevadas a cabo primordialmente por las fuerzas
progresistas del país no niegan que el Estado democrático fuera construido
sobre uno anterior cuyas estructuras y cultura (como la ideología extrema
uninacional) fueron mantenidas y variaron poco respecto a las que ya existían.
Y
entre estas estructuras están los aparatos represivos del Estado, que van desde
los cuerpos de seguridad (incluyendo la policía) hasta el sistema judicial. La
cultura existente en tales aparatos todavía contiene y responde a
comportamientos heredados del régimen anterior.
Es
más, el principal partido del Estado, el PP, fue fundado por personalidades
pertenecientes a las élites del régimen dictatorial, y gran parte de su comportamiento
(como la elevada corrupción, los tics autoritarios, la escasa cultura
democrática, su provincialismo y escaso desarrollo cultural, su supuesto “súper
patriotismo”, su abusiva utilización de la movilización nacionalista
españolista de la bandera borbónica para ocultar sus políticas impopulares, y
su masiva utilización de las ramas del Estado como la policía y los aparatos de
seguridad como si fueran parte de su propio patrimonio, a fin de destruir a sus
adversarios) es una expresión de una cultura basada en la cultura franquista
que la precedió.
No
ha habido una política semejante a la desnazificación alemana en el Estado
español
En Alemania, por el
contrario, hubo una gran campaña educativa para erradicar la cultura propia del
nazismo, campaña que ha sufrido altibajos pero que ha sido masiva a todos los
niveles.
Se
ha prohibido reconocer o promover cualquier memoria política de aquel régimen,
erigiéndose monumentos a lo largo del territorio alemán para recordar a sus
víctimas, con actos frecuentes para homenajearlas. Y lo que es también digno de
señalar es que ha sido predominantemente la juventud, educada en valores
democráticos, la que ha liderado la demanda de que se denuncien y se descubran
las atrocidades del nazismo.
En
este aspecto, el movimiento de rebeldía de los estudiantes en 1968 fue muy
determinante en Alemania para que se vencieran las resistencias a analizar
críticamente el pasado. Y una de las personas más respetadas y queridas en
Alemania fue el canciller Willy Brandt (que había sido miembro de la
resistencia antinazi), el cual, a finales de 1970, pidió perdón, en nombre del
Estado alemán, por el enorme daño realizado por dicho Estado en contra de sus
víctimas en Alemania y otros países. Y en las escuelas la enseñanza está
orientada a una condena contundente de tales autoridades y del régimen nazi.
Nada
de ello ha ocurrido en España.
No ha habido una campaña educativa encaminada a enseñar a la juventud lo que
fue la dictadura y sus consecuencias enormemente negativas para la vida política,
económica y cultural del país. Y a pesar de que, como indiqué antes, fue uno de
los regímenes más represivos del siglo XX en Europa, no ha habido ni denuncias
ni encarcelamientos de los victimizadores ni homenaje a las víctimas, de las
cuales 150.000 continúan desaparecidas.
España
es el segundo país, después de Camboya, que tiene un mayor porcentaje de
personas desaparecidas por causas políticas, sin que el Estado haya tomado
ninguna medida para encontrarlos y homenajearlos.
Los
presos son políticos
Ni que decir tiene que la
represión política del Estado hoy en España adquiere una forma muy distinta a
la que adquirió durante la dictadura. Los que vivimos durante aquella época y
luchamos contra la dictadura pudimos ver y experimentar la enorme brutalidad de
la represión de aquel régimen.
Tal
brutalidad en la represión del Estado franquista es distinta, sin embargo, a la
que aparece ahora en las ramas del Estado encargadas de la función represora.
Es mucho menos intensiva, lo cual hay que enfatizar, pues no hacerlo es
trivializar lo que fue el fascismo.
Ahora
bien, dicho esto, también es necesario añadir que tales aparatos son los
herederos de los que existieron durante aquel régimen, y, por lo tanto, algunas
conductas y culturas de aquel régimen continúan persistiendo en España,
incluyendo la existencia de presos políticos, aun cuando en mucho menor
cantidad e intensidad que en aquel entonces.
Pero
no hay que ignorar u olvidar que la utilización de dichos aparatos, como la
policía o los tribunales, para misiones y objetivos políticos es una
característica del Estado español. Ejemplos de ello hay miles.
La
utilización de policía política, en connivencia con periodistas basura que
gozan de gran prominencia en los medios, para destruir al adversario es una
práctica común en el partido fundado por los franquistas (el PP). No definir
tales actos y tales presos como políticos es ser excesivamente complaciente con
las dimensiones franquistas que todavía existen en el Estado español.
Es conocida mi crítica e
incluso denuncia del movimiento independentista por su comportamiento
antidemocrático, intentando alcanzar un objetivo para el que, además de no
respetar los sentimientos de la mayoría del pueblo catalán que se siente
español y no es secesionista, se saltó las reglas del juego democrático.
Pero
hay que insistir, por muy impopular que sea para el establishment
político-mediático español y sus medios, incluyendo El País (fundado en
gran parte por élites de aquel régimen y dirigido, entre otros, por el que
había sido jefe de servicios informativos de la televisión de aquel régimen),
que la mayor causa de las tensiones entre nacionalismos en España es la
persistencia del nacionalismo extremo excluyente que está destruyendo España al
no reconocer la plurinacionalidad que existe en su seno. Y esta persistencia en
grandes sectores de la población española es una herencia del régimen
dictatorial anterior.
Su
enorme hostilidad hacia lo que considera los “nacionalismos periféricos”
(ocultando su propio nacionalismo españolista excluyente) y su intento de
destruir a las izquierdas contestatarias del régimen bipartidista actual (que
alcanza dimensiones enfermizas) son producto directo de la cultura franquista
que todavía persiste en España.
Una última observación. Una
consecuencia del enorme dominio que las élites dominantes en la dictadura han
continuado teniendo en España es la gran falta de diversidad ideológica en los
mayores medios de información españoles, que es incluso más limitada en temas y
áreas de gran relevancia para el país -como el tema nacional-.
El
nacionalismo español extremista es la ideología hegemónica en España, de donde
se deriva la hostilidad hacia otra visión distinta de la "oficial".
Un ejemplo de ello es que un artículo como este es impensable que pudiera ser
publicado en El País o cualquier otro mayor medio.
Ello
es un indicador de la falta de diversidad ideológica de los medios, que permite
a estos decir auténticas barbaridades sin que puedan ser contrastadas con los
hechos fácilmente accesibles, pero no presentes en dichos medios.
El
más claro ejemplo de esta manipulación es presentar la denuncia de la
persistencia de la cultura franquista en aparatos del Estado español como
resultado de la manipulación cibernética rusa de las noticas en este país. Creo
haber sido una de las voces más vetadas en los medios de comunicación en España
que ha sido más crítica con la Rusia actual y con la última etapa de la Unión
Soviética que la precedió.
Atribuir
la crítica de los que luchamos contra el fascismo contra un Estado que no ha
roto con el anterior a la influencia rusa es alcanzar unos niveles de falsedad,
tal como está haciendo El País, dignos de la
mezquindad a la que ha llegado su equipo director, encabezado por el Sr.
Antonio Caño. Mientras, ruego al lector con sensibilidad democrática que
distribuya este artículo.
Vicenç
Navarro |
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universitat Pompeu
Fabra
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