Los tres impactos del coronavirus

 


La pandemia daña por igual las estructuras políticas, económicas y sociales.

La digitalización no será capaz de resolver una crisis de esta magnitud.

Aunque con algunas dudas sobre su verdadero origen, el virus SARS-CoV-2, una variante del virus del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS), más conocido como Covid-19, comenzó su expansión desde la ciudad de Wuhan, capital de la provincia china de Hubei.

Concretamente desde un foco surgido en el mercado de Huanan, considerado hoy como el epicentro de la pandemia. Wuhan, una muy antigua ciudad china (se dice que tiene más de tres mil años de existencia), es hoy un importante foco tecnológico con cientos de empresas de alta tecnología que se mueven alrededor de la Universidad de Wuhan y de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong.

Un polo tecnológico que nada tiene que envidiar a otros más conocidos de Estados Unidos.

Parece comprobado que el Covid-19 se encuentra genéticamente emparentado con otros dos coronavirus, el RaTG13 y el RmYN02, ambos descubiertos en 2013 en una población de murciélagos en la provincia china de Yunan.

Los análisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS), han demostrado la homología de tales coronavirus con el actual Covid-19 en una coincidencia del 96,2 y 93,3%, respectivamente; aumentando la sospecha de que los murciélagos, al igual que otras especies animales, podrían ser transmisores de nuevos virus aún sin descubrir.

Circunstancia que alerta sobre nuevas pandemias que podrían suceder en el futuro.

Y dado que se trata de transmisiones de animales a humanos (como sucede con la propagación de la mayoría de los virus), sorprende que no se haya involucrado en el proceso a veterinarios expertos en estas disciplinas, los cuales podrían esclarecer muchas de las dudas actuales sobre esta peligrosa pandemia que sufre peligrosas mutaciones inesperadas como la última surgida en el Reino Unido.

Los primeros 124 casos de Wuhan se dieron a principios de diciembre de 2019. Se trataba de neumonías severas que, en un 70%, tenían que ver con el mercado de Huanan, que cerró sus puertas el 1 de enero de 2020.

Dicho esto, y a falta de los correspondientes estudios epidemiológicos, la propia OMS sigue dudando si fue aquel mercado la primera fuente de contaminación o si se trató de otros factores aún desconocidos, lo que no evita deducir que la pandemia nació en China y desde allí se diseminó de la forma que hemos visto.

Graves daños en América y Europa

Hoy, con datos del European Centre for Disease Prevention and Control, desde el 31 de diciembre de 2019 hasta la semana 51 de 2020, se han contabilizado en el mundo más de 76 millones de casos de Covid-19, con casi 1,7 millones de fallecimientos.

Sorprende y mucho, que la suma de casos en América y Europa alcance el 74% del total.

Y más sorprendente resulta que la mortalidad en estos dos continentes acumule el 79% del total, cuando la población de Asia es hoy el 61% de la población mundial.

En Europa los casos superan los 23 millones, con una mortandad superior al medio millón de personas; y en el caso americano son más de 33 millones los casos y más de 800.000 los fallecimientos.

En España, de acuerdo con los datos de este centro europeo, el ratio entre fallecimientos y casos ha sido del 2,7%, muy por encima de la media europea que se sitúa en el 2,2%.

Lo anterior son las estadísticas que demuestran de alguna forma la incidencia de la pandemia; si bien, resulta más importante considerar los efectos que esta ha causado en sus sucesivas olas.

A este respecto, son tres los impactos del coronavirus Covid-19, que entran en los ejes fundamentales de la vida actual: la política, la economía y las relaciones sociales, influidas en gran manera por los medios de comunicación y las noticias que se esparcen interesadamente por las redes sociales.

Políticos ajenos al bien común

La política, dirigida hoy casi de manera generalizada por dirigentes políticos sin la necesaria cualificación, se ha convertido en el dominio de vidas y haciendas.

Se diría que los ciudadanos con sus impuestos pagan, y los dirigentes políticos utilizan esos impuestos para mantenerse en el poder, sin ningún atisbo que relacione sus decisiones con el bien común.

En lo social, algunos Gobiernos, con especial demostración en España, han usado la pandemia para trastocar los equilibrios constitucionales, aplicando políticas autoritarias al margen de cualquier consenso que no se adaptara a sus intereses.

De ahí han surgido Leyes con objetivos de ingeniería social apartados del sentir mayoritario de la sociedad.

Tómese como ejemplo el caso español con la nueva Ley de educación o la eutanasia, aprobadas por vía de urgencia en un permanente estado de alarma que da enormes prerrogativas al Gobierno sin control alguno.

A lo que hay que añadir el futuro uso de los fondos de recuperación europeos que serán utilizados por la presidencia del Gobierno al margen de cualquier control democrático.

Una situación que se da dentro del desconcierto de diecisiete criterios distintos que se ponen en práctica en las diferentes Comunidades Autónomas para afrontar los efectos de la pandemia.

En lo económico, la crisis asociada al virus ha causado un enorme destrozo en las estructuras empresariales, comprometiendo el futuro de varias generaciones, que deberán afrontar la enorme deuda pública que crece sin control; donde el desempleo juvenil tiene hoy cotas tan elevadas que dejarán a miles de jóvenes sin ningún futuro.

En lo social, el virus ha roto muchas de las relaciones anteriores, con especial énfasis en las familias, donde el miedo a los contagios ha incidido de manera muy especial; todo ello sin contar lo sucedido en las residencias de mayores o en los sanitarios, especiales ejemplos de los daños ocasionados por la pandemia.

El coronavirus Covid-19 ha traído un antes y un después.

Nada será igual en el futuro.

Muchas sociedades quedarán dañadas durante bastante tiempo.

No sólo la economía, sino las estructuras sociales tardarán muchos años en volver a ser lo que eran.

La digitalización no será capaz de resolver el problema; al contrario, incidirá aún más en la ruptura social, con un mayor individualismo, negocios en bancarrota y una menor solidaridad comunitaria.

Quizás, la última encíclica del Papa Francisco, Fratelli Tutti, podría ser un buen elemento de reflexión para entender lo que hoy sucede en el mundo y lo que podría hacerse para salir de esta compleja encrucijada.

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