¿Estaremos esperando a Companys, para repetir su historia?
“No hay nada que hacer”, con estas palabras, desoladoras y lúcidas, premonitorias, se abre la obra maestra de Samuel Beckett, “Esperando a Godot”, estrenada en 1953, y que parece haberse adelantado a tantas situaciones y conflictos, que hemos vivido y que seguimos viviendo, con angustia y un poco de desesperación, y que de momento no encuentran ninguna salida de alivio, como el atolladero catalán, que lleva tiempo dando vueltas sobre sí mismo, para empezar siempre de nuevo. Sin avanzar un solo milímetro, como si no hubiera solución. O como si un muro infranqueable e indestructible impidiera seguir adelante y salir del dramático agujero, en que Cataluña está metida, aureolado de negras nubes de tormenta, al acecho. Porque todos los interlocutores son inocentes y le echan la culpa de todo al otro. Soluciones hay muchas; pero nadie, al parecer, quiere buscarlas de verdad o le dejan buscarlas, los poderes ocultos, que nos manejan como hilos de marionetas. Cada día se enconan