Las apuestas políticas tienen consecuencias y Ciudadanos acaba de descubrirlo
Se atribuye a
Harold Wilson, primer ministro británico, la frase tantas veces citada hasta el
punto de convertirse en un lugar común con el que siempre se alega que aún
hay tiempo cuando alguien no ha tenido valor para tomar una decisión: "Una
semana es mucho tiempo en política" (como con las frases de Churchill lo
más probable es que Wilson nunca dijera esas palabras).
Lo cierto es que
una semana pasa muy rápido si no se tiene la intención de hacer nada.
Una semana no, pero unos
pocos meses lo han cambiado todo en
España.
En la encuesta
del CIS hecha en los primeros diez dias de
abril de este año, hace menos de cuatro
meses, Ciudadanos tenía un 22,4% del voto en segunda posición -en empate
técnico con el PSOE, 22%–, a sólo 1,6 puntos del PP.
Un mes después,
el sondeo de Metroscopia para El País (ya saben la frase, busca a alguien que
te quiera tanto como Metroscopia a Ciudadanos) ponía al partido de Albert
Rivera como el más apoyado por los encuestados con un 29,1%, con Podemos como
segunda fuerza y el PSOE como cuarto partido con un 19%.
El análisis con el que se certificaban estos números: el PP y
el PSOE se convierten en actores secundarios y el bipartidismo era ya cosa
del pasado.
El Mundo Today lo tenía más claro “Ciudadanos ha ganado ya las
proximas elecciones, segon Metroscopia”.
Más tarde, la realidad
se llevó por delante a las encuestas, que es algo que ocurre con frecuencia y
que no hay que tomarse como algo personal. Junio. Sentencia de la Gürtel.
Moción de censura. Rivera pide elecciones. Rajoy vuelve a Santa Pola (¿o era la
primera vez que aparecía por allí?). Rivera pide elecciones. Sánchez,
presidente. Rivera pide elecciones.
En política hay muchas
variables posibles, pero hay una evidente.
No es lo mismo
estar en el Gobierno que en la oposición.
El político que
antes tropezaba en la oposición o se escondía en el despacho pasa a ser
un tribuno del pueblo cuando llega al
poder.
Habla con Macron
y Merkel y se hace fotos con el presidente de EEUU (esto último no
tiene ya el lustre de antes).
Cada semana
publica contenidos propios en el BOE, el periódico gratuito más influyente del
país.
Sus votantes,
antes deprimidos y potenciales abstencionistas en los sondeos o peor, posibles desertores, vuelven a confiar en el
partido como si todo hubiera cambiado.
La vida vuelve a
ser maravillosa para ellos.
Adiós al Prozac
y de vuelta a los gintonics.
Todo eso hasta que la
realidad haga otra de sus apariciones espectaculares
en el escenario.
El último sondeo del CIS ha certificado el vuelco.
El PSOE es
ahora el que está casi en el 30%, una posición inalcanzable hace unos
meses.
Ciudadanos se
queda en en el 20%, empatado con el PP.
Podemos y sus
aliados no llegan al 16%.
Evidentemente, los
partidos perjudicados en la encuesta han recurrido al argumento de la perversa
cocina del CIS, otro ejemplo más de la gran influencia de Twitter en el
debate político español.
Aparentemente,
si el CIS no hubiera hecho eso que se llama cocina, y que se lleva a
cabo en todos los sondeos, la ventaja del PSOE sería aún mayor y entraría
en el terreno de la magia.
Hay que precisar que la
encuesta, realizada en los primeros dias de julio, se hizo cuando el PP estaba
en pleno proceso de elegir a su nuevo líder, un momento en el que quizá los
militantes estén motivados, pero sus votantes
caminan entre la incertidumbre y el desconcierto.
Sólo ya por eso
conviene no tomarla como una imagen fija e inmutable.
Los cambios
espectaculares en los sondeos en términos porcentuales se deben a veces no
tanto al aumento del entusiasmo por un
partido como a la depresión que sufren los votantes de otro.
Los números de intención
de voto de los sondeos se llevan los grandes titulares, pero otros parámetros
esconden pistas más reveladores.
No cabe duda de
que Ciudadanos es un partido que se mueve mucho, pero en
el último año sólo lo ha hecho en una dirección.
Los españoles
perciben a Ciudadanos cada vez mas a la derecha, según la encuesta.
Lo colocan en la
posición siete en la escala de cero a diez. No exactamente el centro, sea
reformista o de otro tipo.
Como explica Jose
Fernandez-Albertos, los votantes del PSOE, en su versión extendida de este
sondeo, sitúan al partido de Rivera en
una posición muy alejada de ellos, firmemente anclado en la derecha.
Ha aumentado de
forma significativa el número de votantes socialistas que nunca votarían a C's.
El campo
socialdemócrata como granero de votos se distancia para
Rivera.
El lugar donde
pescarlos se estrecha y queda reducido a una zona donde está además el PP, que
algo sabe de movilizar a conservadores y liberales en las urnas.
La crisis de Cataluña y la posición radical de
Ciudadanos contra los independentistas catalanes, incluida la acusación al PP
de ser demasiado blando, le han entregado a Rivera un caudal político en esa
comunidad hasta el punto de dejar al PP en una posición irrelevante.
Fuera de Cataluña,
las expectativas son ahora más reducidas.
Los votantes se
preocupan mucho más por el paro y la corrupción –ahora menos que antes en este
último caso–, pero el monotema catalán, tal y como aparece en los medios de
comunicación, ha monopolizado la atención de Ciudadanos y elevado su nivel de
agresividad.
Rivera no ha
querido soltar el hueso catalán porque pensaba que aún quedaba médula dentro y
ahora descubre que igual le hubiera venido bien una dieta más equilibrada.
Queda ya lejos el tiempo
en que Ciudadanos pactaba con el PSOE en Andalucía y con el PP en Madrid
demostrando una flexibilidad que enfurecía a los votantes de otros partidos,
pero que enviaba un mensaje diferente a la opinión pública.
Los votantes empiezan a
percibir que Ciudadanos y el PP se disputan el mismo espacio político.
Esa sensación
aumentará cuando Pablo Casado crea que la inmigración es un asunto amortizado,
o al que conviene dejar en espera para más adelante, y se centre en Cataluña para disputar a Rivera el
papel de gran estandarte de la unidad de España.
Quizá no haya
una bandera lo bastante grande como para cobijar a los dos.
Frente a todos esos
cuentos para no dormir sobre las etiquetas presuntamente obsoletas de la
izquierda y la derecha y la idea de que los nuevos partidos podían trascender
ese encasillamiento ideológico, se han formado dos bloques más o menos
coherentes (PSOE+Podemos contra PP+Ciudadanos).
Es una versión del
bipartidismo más inestable, porque no son dos, sino cuatro y las
relaciones entre los más cercanos son sin duda complicadas.
Da la impresión
de que las próximas elecciones pueden dilucidarse con este pronóstico.
El bloque
que se acerque al 45% tendrá opciones
de gobernar y el que se quede en el 40% lo verá todo desde lejos.
Y los partidos
llegarán a esos comicios con mucha menos flexibilidad que la que disfrutaron en
2015 y 2016.
La izquierda y la
derecha, como en los viejos tiempos.
Iñigo Sáenz de Ugarte
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