Carta de un oficial del Ejército del Aire a los seiscientos altos mandos de las Fuerzas Armadas que firman el manifiesto de adhesión a la memoria de Franco
Permitidme que os tutee, a vosotros que siempre tratabais
de tú a vuestros subordinados, para entendernos mejor en el plano de igualdad
en que nos ha colocado nuestra condición de retirados.
He sido y soy militar por vocación, y si pertenecí a las
fuerzas armadas española en las postrimerías del franquismo, no lo hice por
adherirme como soporte de la dictadura, si no por coherencia con mis propias
habilidades y expectativas personales, porque el ejercicio de la profesión
militar no es prerrogativa de ningún general, por muy generalísimo que sea, ni
de ningún régimen por mucha intención que tengan de patrimonializar la carrera
militar.
Vais por
seiscientos los que habéis firmado el Manifiesto pro defensa de la memoria del
general Franco, “el Franco militar y no el político” -según decís en vuestro
escrito- como si fuera posible la paranoica tarea de deslindar el
Franco-militar del Franco-político-dictador, queriendo quedaros con el segundo
teniente de 17 años y con el general de treinta y tres, como enaltecido ejemplo
de disciplina y demás valores militares, renunciando a la carga histórica del
resto de su legado.
¿Disciplina decís…? Recordemos cómo fue aquello.
En los cuatro
días posteriores al decreto de 23 de abril de 1931, como todos los militares de
carrera, el general Franco realizó públicamente la siguiente promesa: “Prometo
por mi honor servir bien y fielmente a la República, cumplir sus leyes y
defenderla con las armas”, el más importante y solemne compromiso que vinculaba
a un militar con el ejercicio de su profesión.
Nada perdía quién no lo hiciese, pues la ley respetaba
sus pagas al abandonar las fuerzas armadas.
Y no obstante Franco prometió.
El 18 de julio
de 1936, este mismo general levanta contra la República las armas que esta le
había confiado para su defensa.
Estamos así ante la comisión del más grave delito que un
militar pueda cometer, por el que renuncia al honor como un valor moral para
guiar sus actos en todos los sentidos de la vida.
Así que Franco no fue disciplinado, si no un traidor.
No voy a hacer
alambicados razonamientos de carácter historiográfico, por innecesarios, para
convenceros de que Franco fue, además de desleal, un criminal de guerra, un
convicto de los delitos de crímenes contra la humanidad y crímenes contra la
paz.
Y no lo digo yo, lo dijo la ONU en su resolución 39/1946
declarando: “…En origen, naturaleza, estructura y conducta general, el régimen
de Franco es un régimen de carácter fascista, establecido en gran parte gracias
a la ayuda recibida de la Alemania nazi de Hítler y de la Italia fascista de
Mussolini.”
Hacer
abstracción de la personalidad militar, separándola de la política del
personaje, para justificar una y no cuestionar otra, es un ejercicio de
imposible comprensión que solo el cinismo puede justificar, pues esa misma
razón llevaría a vuestros correligionarios nazis a reivindicar el culto a la
memoria de Hitler, basándose en el valor acreditado por el Cabo Adolf Hitler,
acreedor que fue de la Cruz de Hierro en la I Guerra Mundial, desvinculándolo
de su papel como promotor de la II Guerra Mundial y del Holocausto.
Es aterrador
poder ahora certificar que, tal como sospechábamos algunos, estábamos mandados
por los herederos ideológicos de los que hicieron la guerra con Franco.
Debíamos soportar para no renunciar a nuestra vocación,
tener que sufrir vuestros discursos de inflamado patrioterismo zarzuelero,
mientras en las salas de banderas, en las cámaras y cafeterías de oficiales, en
los clubs y durante las conversaciones relajadas al final de las maniobras, os
dedicabais a soltar la retestinada devoción que os merecía la dictadura
franquista y las “glorias” de aquel dictador despreciable y felón.
Hasta la caída
del muro de Berlín, el Día de las Fuerzas Armadas alemanas fue el 20 julio.
¿Sabeís qué se conmemora en esa efemérides?
El atentado contra Hitler en la “guarida del lobo”.
Una acción que, aunque frustrada, dignifica el compromiso
de altos mandos y civiles alemanes para acabar con el tirano; desde entonces
cada 20 de julio en el patio de armas del Bendlerblock de Berlín, tiene lugar
una solemne ceremonia en la que los mandos del Ejército, de la Armada y de la
Luftwaffe, recuerdan y rinden homenaje a aquellos héroes que sacrificaron sus
vidas para acabar con el dictador.
Al revés que vosotros, los firmantes del Manifiesto de
adhesión a la memoria de Franco, que amparáis vuestro falso patriotismo
envolviéndoos en la Bandera de España, soñando que lo hacéis con la enseña del
aguilucho bajo la sombra siniestra del recuerdo al dictador.
Tenéis suerte
de vivir en una Democracia, ganada y regada con la sangre y el sacrificio
heroico de los compatriotas que se opusieron al régimen de vuestro “caudillo”,
Democracia que por incompleta y poco desarrollada, os permite decir lo que
decís, porque de estar en Alemania exaltando la figura del Cabo Adolfo, ya
adivináis el lugar donde podíais estar todos concentrados en estos momentos.
El vuestro no
es solo un manifiesto pro franquista, es un desafío frontal y beligerante hacia
el Gobierno legal y legítimo de España, que este no puede tolerar sin hacer
dejación de su obligación de hacer respetar las leyes, entre ellas el artículo
578 del Código Penal que se refiere al delito de enaltecimiento del terrorismo,
porque terrorista fue el régimen de vuestro adorado Franco y sus sicarios,
vivos o muertos, haciéndolos objeto penal del artículo 607.bis que señala y
castiga los delitos de lesa humanidad, aquellos que justificáis con vuestra
fina cirugía mental, como si con el Valle de los Caídos estuviésemos ante el
debate de qué hacer con los restos del doctor Jekyll y mister Hyde.
No se puede
diseccionar la figura de Franco separando al Franco-bueno del Franco-malo.
Solo hubo un Francisco Franco, el que traicionó su
promesa, promovió una cruenta guerra civil y sumió a España y a los españoles
en una dictadura de cuarenta años, llenando las cunetas de nuestra patria con
decenas de miles de asesinados.
En 1945, una
disposición del Mando Militar Aliado en Berlín, ordenó que todos los monumentos
de exaltación del nazismo “fuesen volados con dinamita y su escombros
triturados y convertidos en gravilla de obra pública”.
Los que de
vosotros estén de acuerdo en manifestar públicamente su adhesión a aquel
decreto que dé un paso al frente.
08/08/18
Floren Dimas Oficial del Ejército de Aire (Retirado)
Miembro de ANEMOI, colectivo de militares demócratas
españoles
Miembro de la junta directiva de ACMYR (Asociación Civil
Milicia y República)
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