Yo soy el cabo Santos
El pasado 31 de julio un
grupo de 181 militares en la reserva – que se fue incrementando hasta más de
600-, nos sorprendían o no, con una carta en defensa del dictador Francisco
Franco, en la que entre otras cosas, calificaban al genocida como un “militar
ejemplar, disciplinado y leal”.
Lo primero que me llama la atención es que alguien tenga el cuajo
de salir públicamente a defender al responsable de un terrible genocidio en
nuestra historia aun reciente, al responsable de una limpieza ideológica que
supuso miles y miles de atroces asesinatos, violaciones, torturas,
encarcelamientos y represalias. Demoledor.
Lo segundo, y yendo ya al contenido de la declaración que firman
estos militares, me resulta del todo chocante que se atrevan a calificar al
dictador como “un militar ejemplar, disciplinado y leal”.
Ellos, mejor que nadie,
saben que la primera obligación de un militar es la defensa del Estado al
margen de la ideología del Gobierno de turno y teniendo esto en cuenta, al
dictador, como militar solo se le puede calificar como traidor y desleal, dos
calificativos muy graves para un militar, que no solo no defendió al Estado
ante al que se había comprometido a su defensa sino que se levantó en armas y
lideró un golpe de Estado que desencadenó una guerra de tres años y derrocó al
legítimo gobierno de la II República.
La respuesta a esta declaración de adhesión franquista llegó a los
20 días.
Otro grupo de militares
respondía a la carta en la que sus compañeros ensalzaban la figura del dictador
genocida para reivindicar unas Fuerzas Armadas a la altura de un país
democrático, libre del pasado franquista y para rechazar los elogiosos
calificativos al general Francisco Franco. “El general Franco no merece respeto
ni desagravio alguno, sino nuestra repulsa más absoluta por haber encabezado un
golpe de estado sangriento y genocida contra la legal y legítima II República
Española”.
Entre los militares que firman esta carta están el exJEMAD Julio
Rodríguez, el exteniente Luis Gonzalo Segura o el cabo Marco A. Santos Soto.
Llegados a este punto entra en juego el Ministerio de Defensa y la
aplicación de la Justicia Militar que en su Régimen disciplinario (Ley Orgánica
8/2014, de 4 de diciembre, de Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas)
cita en su artículo 7. 1 como falta grave “Emitir manifiesta y públicamente
expresiones contrarias, realizar actos irrespetuosos o adoptar actitud de
menosprecio hacia la Constitución, la Corona y demás órganos, instituciones o
poderes del Estado” y que en su artículo 7.33 exige neutralidad política e
impide la afiliación a partidos políticos y sindicatos.
Entre los firmantes del manifiesto en defensa del dictador
genocida se encuentran cinco militares en situación de reserva activa
(prejubilación), una situación administrativa en la que se encuentran aun
plenamente sometidos a la disciplina castrense.
A estos cinco militares,
el Ministerio de Defensa les ha abierto un expediente informativo y se
enfrentan a sanciones y/o arrestos en aplicación de los citados artículos del
Régimen Disciplinario Militar.
Efectivamente, eso obvio que los firmantes del manifiesto en
defensa del dictador genocida están expresamente defendiendo a un militar
traidor que actuó contra el Estado, contra una constitución (la de 1931) que
juró y están implícitamente defendiendo un estado dictatorial fascista que nada
tiene que ver con el estado democrático actual que es al que le deben su
compromiso.
Igualmente, es también
obvio que estos militares están manifestando políticamente una clara posición
ideológica que los sitúa fuera de la neutralidad política que están obligados a
mantener.
Bien, pero la actuación del Ministerio de Defensa no queda ahí y
abre también expediente informativo al cabo Marco A. Santos Soto, único militar
en activo que firmó la declaración contra la carta de los militares franquistas
y con esta actuación sitúa al cabo Santos al mismo nivel que a los militares
que ensalzan a un militar fascista y traidor.
A ver, jugar con las apariencias puede generar imágenes equívocas
que fácilmente inducen al error.
Sería reducir a la
simpleza igualar un manifiesto en defensa de un genocida dictador con otro que
sale en defensa de un estado democrático y en rechazo de un militar traidor que
es lo que hace el cabo Santos cuando firma la declaración antifranquista.
Marco Santos no está atacando al Estado, al contrario. El cabo
Santos está mostrando su rechazo a quienes ensalzan el fascismo y con ello se
sitúan fuera de la defensa de un Estado democrático.
Igual que no podemos confundir Estado con Gobierno; tampoco podemos
confundir defensa de la democracia con posición ideológica cuando uno se sitúa
contra el Franquismo.
¿O no puede haber
antifranquistas de derechas?
El cabo Marcos Santos, cuando junto a otros compañeros firma un
manifiesto contra la defensa de un dictador fascista y genocida; está
demandando unas Fuerzas Armadas acordes a un Estado democrático; está
defendiendo la Constitución que se ha comprometido a defender; está llamando a
la depuración de “cuerpos extraños” antidemocráticos en el Ejército que debería
mostrarse incompatible con el fascismo.
Ya sé.
Que nadie crea que estoy
obviando la realidad que se vive en el interior de las Fuerzas Armadas de este
país.
No, no la obvio.
Cuatro décadas después de
la muerte del dictador poca regeneración democrática ha habido dentro de los
cuarteles y perviven las mismas dinámicas y los mismos criterios que hace 43
años.
Algo que se les supone a
los militares es el valor; pues ha faltado valor a lo largo de estos 43 años
para realizar una regeneración integral de las Fuerzas Armadas para
trasladarlas de una dictadura a un contexto democrático.
Sí, 43 años después, la
democracia está por llegar a los cuarteles.
Por todo esto, es triste y sintomático que tengamos que admirar el
valor de quienes como Marcos Santos (o mi admirado Luis Gonzalo Segura) tienen
la valentía de, sabiendo que son minoría y desafiando el contexto en el que
trabajan o trabajaban, alzar su voz para demandar algo tan elemental como la
democratización de nuestras Fuerzas Armadas.
Por eso, desde estas páginas manifiesto mi admiración, mi apoyo,
mi adhesión y mi agradecimiento al cabo Marco A. Santos Soto y por extensión al
resto de los firmantes y de asociaciones militares que se han manifestado
contra la declaración de los trasnochados y nostálgicos militares franquistas
por tener la valentía de luchar por un país más democrático y por sacudirnos el
aun tan vigente legado franquista.
Esto redunda en beneficio
de toda la ciudadanía del país.
Y antes de terminar dos preguntas… El rey como capitán general de todos
los ejércitos, como jefe de las Fuerzas Armadas…
¿No tiene nada que decir
de todo esto?
¿No tendría él que estar
defendiendo el respeto a la Constitución y la democratización de las Fuerzas
Armadas?
Los silencios también son
elocuentes y este le puede estar convirtiendo en cómplice.
Y una última pregunta más para terminar…
¿Por qué tiene que existir
una justicia militar que convierte a militares en jueces instructores de lo que
ocurre en los cuarteles?
¿Podemos imaginar a los
médicos juzgando las negligencias médicas o las malas praxis hospitalarias?
La justicia militar me
parece otro legado franquista que solo está sirviendo para tapar desde dentro
casos de acoso o de abusos, entre otros.
Sin duda se encontraría
una mayor objetividad en una justicia no corporativa, en la justicia que se nos
aplica a todas y todos.
Articulo Caracola5- Viñeta
Eneko
Este artículo es mío. Escrito por mí para @politicahoyayer. Y nadie te ha dado permiso para publicarlo ni para usar la viñeta de Eneko.
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