Contra la equidistancia
Estos días, aparte de manifiestos firmados por ex militares,
hemos podido ver como se paseaban por distintos programas de las principales
cadenas de televisión, y se les concedía altavoz, diversos personajes que
defendían sin ningún sonrojo y con total desparpajo al dictador Franco.
No es casualidad.
Como tampoco lo fue el revisionismo histórico que apareció en
tiempos de Aznar, que tuvo como mascarón de proa a pseudo-historiadores como
Pío Moa, y que volvía a dar difusión a lo dicho por Ricardo de la Cierva,
Joaquín Arrarás, autor de “Historia de la Cruzada española”, y otros defensores
de la dictadura franquista.
Todo ello bebe de la equidistancia que impuso la Transición
española a la hora de explicar la Guerra Civil y el régimen franquista.
Esas historias de “libertad sin ira”, “guerra entre hermanos”,
“todos fueron culpables” formaban parte de esa gigantesca operación
autoamnistía y blanqueamiento de los protagonistas del último franquismo que
fue la sacrosanta Transición.
Y tal vez por ello, y sobre todo por la necesidad de una mínima
higiene democrática que ayude a construir una nación mejor, ha llegado la hora
de decir “basta ya” , de plantar cara a estas falacias, y de acabar con la
equidistancia.
En primer lugar hay que recordar que la Guerra Civil fue fruto
de un golpe de Estado y de una traición protagonizada por aquellos que habían
jurado defender la legalidad y la democracia de la República; casi toda la
oficialidad del ejército español y buena parte de la Guardia Civil
Y en segundo lugar cuando hablamos de las víctimas de la
represión hay que dejar claros varios aspectos.
¿Hubo violencia en la zona republicana? Claro
¿Pero quién la ejerció y cuando se produjo?
La ejercieron milicianos armados, es decir gente del común a la
que se tuvo que armar para que defendieran el gobierno democráticamente
elegido, porque el aparato estatal se desmoronó y salvo excepciones el ejército
y la Guardia Civil, insistimos, se rebelaron contra aquellos a los que habían
jurado lealtad.
No se encontrarán casos de asesinatos cometidos por el ejército
republicano ni por la Guardia Civil leal ni por la Guardia de Asalto, no se
encontrarán sentencias de muerte firmadas por el gobierno republicano.
Sí se encontrarán condenas a los “paseos” por el propio
gobierno.
Y en cuanto el aparato del Estado republicano se reconstruyó, la
violencia prácticamente cesó.
Mientras, entre los sublevados, la violencia no la ejercieron
sólo los falangistas; fue una violencia ejercida por el aparato estatal, es
decir por el ejército sublevado, la Guardia Civil, y fue bendecida por la
Iglesia…
Fue una violencia sistemática y continuada, que duró hasta años
después de acabada la Guerra y donde el Estado y su jefe, Franco, firmaron
centenares de miles de condenas a muerte.
Y es que, como dice Gabriel Jackson, no fue una Guerra Civil;
fue una Guerra Colonial en la que la Colonia era España y donde no dudaron
desde el principio para matar a españoles en acudir a tropas coloniales (los
moros) y a extranjeros como los nazis alemanes.
Fue una violencia institucionalizada.
Y como bien dice Gabriel Jackson, las ejecuciones “no fueron
obra de una plebe revolucionaria” que se aprovechó del derrumbamiento del
Estado republicano, “fueron ordenadas y aprobadas por las más altas autoridades
militares, y ratificadas con su presencia y su falta de críticas por la
Iglesia.
Y dejando al margen que, según consenso de los historiadores,
por cada víctima de la violencia en la zona republicana hubo tres en la zona
sublevada, conviene recordar que una vez acabada la Guerra la reconciliación no
entraba dentro de los planes de Franco.
Los campos de concentración y de trabajo se llenaron, se
firmaron decenas de miles de penas de muerte, aunque muchas condenas fueron
conmutadas por penas de trabajo (con ellos Franco se construyó el Valle de los
Caídos).
Y por otro lado, centenares de miles de españoles se vieron
obligados al exilio.
Entre estos españoles se encontraba la elite intelectual de
España.
El país se convirtió en un páramo intelectual y también moral.
Y esta es la realidad de lo que significó y fue la rebelión
militar, la Guerra Civil y la dictadura franquista.
Fuera de interesadas equidistancias que sólo reflejan
podredumbre moral.
Miguel Angel Cerdan
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