I si els catalans ens copiéssim dels castellers ?
Factor de resiliencia
Nuestra inefable Wikipedia define resiliencia
como la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a
situaciones adversas, a pesar de un estrés o de una adversidad que implica
normalmente un grave riesgo de resultados negativos.
No se puede
entender que perdure un conflicto como el catalán frente a un Estado que no
duda en utilizar la violencia indiscriminada, frente a unos jueces sin el más
mínimo común, frente a una prensa de corte fascista señalando día a día a sus
“judíos particulares”, frente a un poder económico que amenaza con la miseria,
y frente al resto de sus conciudadanos cantando el “a por ellos”.
Todo parece
en contra.
Y sin embargo,
el problema continúa, sin trazas de solución, sino de agravación. ¿Cómo podemos
ayudar a explicarlo?
Toda
actividad humana propone unos valores que se depositan en los ciudadanos y
estos, asimismo, influyen en la actividad.
Caso
paradigmático es el fútbol y la fidelidad.
Se dice que
“un hombre cambia de mujer, de coche, de trabajo, de amigos, de vida, pero
nunca jamás de equipo de futbol”.
Lo primero que
descubriríamos, de analizar sociológicamente la sociedad catalana, es la
capacidad de “trenzarse” sus individuos en pos de intereses comunes.
Un sólo
dato.
Existen más
asociaciones sin ánimo de lucro en la provincia de Barcelona que en el
resto de España juntos.
Y además,
con escaso o nulo aporte económico público en la mayoría de ellas.
Y dentro de ese
tejido asociativo, para lo que nos interesa, destacarían los castellers.
Los castellers tienen un lema, surgido de
un verso de la obra Los Xiquets de
Valls de Josep Anselm Clavé: “Fuerza, equilibrio, valor y seny
(¿cordura?)”.
Este lema
resume las características de un casteller…
y podrían ser muy bien los valores a los que se ha enfrentado el Estado
Español, con un razonable fracaso.
Fuerza: Son
personas que antiguamente solían ser corpulentas y bregadas en el duro trabajo
diario.
El origen
de los castells radica en una
época en que el pueblo estaba acostumbrado a “pasarlas putas”.
En aquellos
tiempos los castellers eran
personas acostumbradas a hacer grandes esfuerzos en su día a día, en el
anonimato del trabajo diario.
Aunque
siempre es aconsejable un buen estado físico, actualmente se valora mucho más
la técnica que la fuerza.
Ahí una
aportación del 15M al conflicto con herramientas y armas del siglo XXI.
Equilibrio: El hecho de estar
una persona sobre la otra, sin espacio vital, en la mayoría de castells, además con otros en el mismo
“piso”, implica un sentido del contrapeso y también de confianza en los demás
muy fuerte.
No hay nada
mejor para la dinámica del grupo que el olor a pies de otro encima de tus
hombros, mientras sabes que el de abajo te huele los tuyos y buscas al mismo
tiempo que la niña de arriba no se caiga.
Y hablo en
femenino porque los “pisos” de arriba son mayoritariamente femeninos, quienes
lideran la parte más arriesgada del castell.
El Estado
español se ha enfrentado desde posiciones con demasiada testosterona a una
sociedad mucho más igualitaria.
Además, tener la
certeza de que si tú o tu compañero compañero, en un momento determinado,
falláis, vendrán otros que, seguro, pondrán el corazón para que todo salga bien
y continúe la estructura en equilibrio; es sentirse parte integrante del grupo.
Valor: Es una característica
propia de todos los castellers,
especialmente de los que suben al castell,
y sobre todo de los niños, pero también de los que aguantan la construcción
desde su pie.
Cada castell es enfrentarse a lo
irracional, a la adversidad lógica y, ciertamente se cae, pero al final se
acaba construyendo lo imposible.
Seny: Tanto a la hora de
planificar un castell, como a
la hora de ensayarlo y levantarlo en la plaza, se necesita que todos tengan la
cordura (que no prudencia circunspecta) de la planificación, el conocimiento de
las propias limitaciones, concentración; ya que del esfuerzo y concentración de
todos depende el éxito del castell.
Seny,
palabra intraducible, también lleva trazas de constancia, trabajo, esfuerzo,
regularidad, confianza, compenetración, hermandad, o rabia contenida.
Una colla castellera acaba generando
poderosísimos vínculos entre sus miembros, independientemente del sexo, la
opinión política, la situación económica o la edad, ya que no siendo
imprescindible nadie, todos son importantes.
El
“anxeneta”, el más pequeño, confía absolutamente en la pirámide de edad que
representa el castell, y el más
viejo y sabio que está abajo haciendo “pinya”, sabe que sin el “anxeneta” no
conseguirá nunca culminar nada.
Y que nadie
piense que una “colla” es cosa de unos pocos.
Son
proyectos familiares, donde algunas llegan a tener cientos de partícipes, y las
grandes bordean el millar de personas alrededor del proyecto.
Recordemos
los telediarios con policías diciendo que delante de sus porras se ponían
también abuelas y niños.
Cuando un casteller habla, sabe que tiene detrás
a todos los que llevan la camisa de su mismo color, porque es un modelo de
jerarquía muy llana.
Toda la
fuerza de su grupo está en él; y detrás, cientos de manos y cerebros sintonizados
en la misma onda, para lo que haga falta, si es cosa de la camiseta.
Para todo
lo demás, la sensación es de pertenecer a una familia extensa, que es otra de
las características de esa sociedad extraordinariamente “trenzada” en sus
afectos, valores e intereses.
Y ese es el
valor resiliente que a mi entender ha provocado el fracaso de todas las
acciones de la llamada #MarcaEspaña; en el enfrentamiento con una sociedad que
parece que tiene líderes débiles, a los que fácilmente se les pone en la cárcel,
y que como situación de injusticia vivida en grupo ha generado reforzados
vínculos personales entre todos los miembros, independientemente de si eras
joven o viejo, catedrático o estudiante, funcionario o parado.
Es una red
con un valor ético, que tiene una fuerza que aún está por medir.
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