¿Es un chiste?
Que Pedro Sánchez ha pasado por Montreal y ha dicho que, qué?
¿Que se ha plantado ante el primer ministro canadiense y ha
asegurado que Quebec era el modelo que seguir?
¿Qué dice que, “desde la política”, se pueden solucionar los
conflictos políticos?
¿Perdón, me lo repiten, que creo que sufro un repentino ataque
alucinógeno?
Es decir, a ver si lo entendido: el presidente Pedro Sánchez, hace
dos días colaborador necesario y entregado de toda la acción represiva contra
Catalunya, se ha plantado ante su homólogo canadiense y, en la capital de
Quebec, ha tenido los bemoles de decir que lo de allí era un ejemplo, y que
viva la política.
¿Voy bien?
¿Para remachar, estamos hablando del mismo Sánchez que consideró
normal aplicar el 155 en la versión más salvaje (no olvidemos que el artículo
era interpretable, y optaron por la versión dura), aplaudió la llegada de
veinte mil policías, con la orden de impedir votar fuera como fuera, calló
cuando la represión del 1 de octubre dio la vuelta al mundo, consideró normal el
discurso del jefe de Estado, que despreciaba a millones de catalanes, alimentó
el relato de la criminalización del independentismo, no expresó ninguna crítica
o divergencia con la enloquecida idea de culpar de rebelión, es decir, de
sublevación violenta, a los líderes catalanes, no ha expresado nunca ningún
rechazo al delirio de una prisión preventiva, convertida en acto de rehenes, y
encuentra normal que en el siglo XXI, una democracia europea tenga al legítimo
gobierno catalán en la prisión y en el exilio?
¿Es este Pedro Sánchez, seguro?
¿El mismo que no planteó nunca ninguna salida política al enfado
catalán, en los años previos al proceso independentista?
¿El mismo que no admitió ni siquiera el concepto de nación para
Catalunya, en las ponencias de su partido? El mismo...
Basta. Miren, y dicho con sinceridad, o Pedro Sánchez no sabe de
qué habla cuando dice que habla de Quebec o sufre un severo ataque de amnesia o
estamos ante un espectáculo de cinismo descomunal.
Porque la comparativa con Canadá es odiosa para España: en Canadá
no se contemplaba la secesión de una parte del territorio en su Constitución,
pero el TC obligó a modificar la ley porque “un conflicto territorial sólo se
puede resolver por la vía de la política y las urnas”; en España, el gobierno,
amparado por los sectores más reaccionarios, pero también de los más
progresistas, secuestró la Constitución, no permitió ni una consulta sin
consecuencias jurídica, cerró todas las puertas al diálogo y reaccionó con la
única arma de la represión; en Canadá, los líderes quebequeses están libres,
representan a su pueblo y son respetados; en España, los líderes catalanes
están en el exilio y en la prisión, son insultados y criminalizados y se les
quiere sentenciar a 30 años de cárcel.
Por favor, señor Pedro Sánchez, cuando menos, que no nos traten de
imbéciles.
Pilar Rahola
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