¿UNA CONSTITUCIÓN AGOTADA?
Regreso al referéndum de 1978. ¿Dónde están los ciudadanos?
La
monarquía había sido impuesta antes de la convocatoria de las Cortes
Constituyentes para que un parlamento no deseado no pudiera poner en duda la
supervivencia de la Corona.
Sostengo que la afición que tenemos en España por idear
reformas exprés de la Constitución sin participación ciudadana proviene de la
falta de calor humano que acompañó el nacimiento de la Constitución en 1978.
Ni los balcones se llenaron de banderas constitucionales,
ni las urnas de papeletas para celebrar su llegada a un territorio casi virgen
en experiencias democráticas.
No es que la frialdad alcanzara las bajas temperaturas
que registró el Referéndum de ratificación de la Constitución Europea cuando batimos
el récord de abstención de la democracia española, pero el escaso entusiasmo
fue una de las notas fundamentales que caracterizaron el primer contacto
ciudadano con la Constitución que habían elaborado sus lejanísimos
representantes.
Es como si
se nos hubiera quedado impregnada la costumbre de los pactos entre las élites
necesarias y los procesos sin deliberación ni participación para abordar su
reforma.
Una costumbre que curiosamente también comparte el PSOE,
como si la Constitución siguiera siendo algo ajeno a los ciudadanos de
izquierdas.
Como si supieran que mejor no llamar a la participación
porque los nuestros no se movilizarían si volvemos a ofrecerles un nuevo pacto
en el que seguimos protegiendo la figura del rey, igual que en 1978.
El 6 de diciembre
de 1978, el pueblo español ratificó mediante referéndum la Constitución con una
abstención del 33%.
Un tercio de los electores con derecho a voto no se
movilizó el día que se sometía a votación el desmantelamiento de un régimen
autoritario, represivo y excluyente mediante el proyecto constituyente que
fluía dentro y fuera de las primeras Cortes democráticas.
A pesar de que tanto el gobierno como los grandes
partidos movilizaron a todos sus partidarios haciendo campaña por el sí y que
excepto en el País Vasco ningún partido importante o grupo de presión pidió
expresamente la abstención, no se produjo ninguna explosión popular.
La participación fue diez puntos porcentuales más baja
que la de las elecciones generales de 1977.
El
referéndum constitucional fue regulado en exclusiva por el Gobierno de Adolfo
Suárez, mediante el Real Decreto Ley de la Presidencia del Gobierno 2120/1978
del 25 de agosto.
El Gobierno quería una participación masiva que
refrendara la Constitución por lo que alargó una semana
más la campaña.
Igual que se alteró el Decreto Ley electoral de 1977 para
ajustar la duración de la campaña a los intereses del partido del presidente
Adolfo Suárez, se mantuvieron disposiciones que favorecían de partida el
mensaje gubernamental.
Entre ellas, la asignación de los espacios televisivos en
función de los escaños.
La exigencia de la condición de parlamentario para
acceder de forma gratuita a los medios, dejaba fuera de este reparto a aquellos
partidos cuya participación en la elaboración de la Constitución se prohibió
por decreto, como los partidos republicanos de ámbito nacional.
La ley estipulaba que desde el gobierno sólo se podía
promover la participación.
El gobierno de Suárez no escatimó recursos en resaltar lo
importante que era para España la aprobación de la Constitución.
Esa
implicación gubernamental pudo tener un efecto contraproducente en la
participación.
El referéndum se realizó en un contexto de crisis
económica, con un nivel de desempleo desconocido hasta aquel año, una inflación
de más de 30 puntos y unas políticas económicas derivadas de los Pactos de la
Moncloa que incluían contención salarial y reducción del gasto público.
En este escenario podría ser razonable esperar que los
ciudadanos utilizaran el referéndum para castigar el gobierno por su mala
gestión.
El Gobierno, en contra de la opinión de los principales
partidos políticos, participó activamente en la campaña electoral. Puesto que
el gobierno era de centro derecha era previsible que los ciudadanos de
izquierda se mostraran más críticos con él que el resto de los ciudadanos.
En un trabajo publicado sobre los Referéndums en
España junto a Joan Font, descubría este factor como uno de los
que mejor explicaba la abstención política en el referéndum del 6 de Diciembre
de 1978.
Había otros dos variables que también influyeron en la
llamativa desconexión ciudadana de aquel día. La valoración negativa tanto del
proceso de elaboración como de su contenido.
Los pactos
secretos entre la elite política sin debate público tuvieron una influencia
negativa en la activación de la adhesión ciudadana.
El desacuerdo con el hermético método de elaboración
constitucional aumentaba la probabilidad de abstenerse en la consulta popular
del 6 de diciembre.
Algunos de los ponentes constitucionales han dejado por
escrito que la Constitución no podía satisfacer completamente a nadie porque
durante su elaboración todos los partidos habían cambiado de preferencias
respecto a sus posiciones iniciales.
Estos cambios de preferencias generan ambigüedad y
confusión en los referéndums y los electores no acostumbran a sentirse igual de
cómodos. Pero lo que dicen las encuestas de la época es que los que se sintieron
más incómodos con los cambios de preferencias y el contenido final de la
Constitución fueron los ciudadanos de izquierda que se abstuvieron más que los
de centro o de derechas.
¿Por qué condicionó más el voto a los ciudadanos de
izquierda su desacuerdo con el contenido constitucional?
Es claro que para muchos ciudadanos de izquierda el
rechazo a la Constitución implicaba situarse al lado de los nostálgicos del
régimen franquista.
En cambio, la abstención dejaba constancia de su actitud
crítica sin poner en peligro la ratificación constitucional.
Los partidos de izquierda habían utilizado esta
estrategia ante el referéndum de la Reforma Política. Si bien las
circunstancias eran completamente diferentes, la estrategia de los partidos de
izquierda llamando a la abstención en el referéndum de 1976 por no confiar en
la sinceridad de la reforma elaborada en las Cortes Franquistas fue imitada por
bastantes ciudadanos de izquierda dos años después.
Absteniéndose en el referéndum constitucional de 1978
mostraban su desencanto crítico tanto con el consenso opaco y el contenido de
la Constitución, como con el primer gobierno de la democracia que no habría
solucionado sus problemas.
Su actitud crítica era coherente con una mayor
preocupación por los asuntos públicos. Los ciudadanos de izquierda estaban
mejor informados y conocían mejor el proyecto constitucional que el resto, lo
que reforzaría el argumento de una crítica basada en la información.
Y la
monarquía seguía causando rechazo.
Los ciudadanos partidarios de la forma republicana de
Estado tenían más probabilidades de abstenerse en el referéndum que aquellos
que eran partidarios de la institucionalización de la monarquía.
Castigarían con su abstención política la inclusión de
una forma de Estado que rechazaban en las fechas en que fue redactada la
Constitución.
Esta abstención afectaría en mayor medida a los votantes
de izquierda que se posicionaban mayoritariamente en contra de la institucionalización
de la Monarquía en España.
Un 73% de los ciudadanos que se autoubicaban en la
izquierda del espacio ideológico no habían cambiado de preferencias a pesar de
que los dos partidos mayoritarios, PSOE y PCP habían aprobado en las Cortes la
nueva constitución que incluía la monarquía como forma de Estado.
La monarquía había sido impuesta antes de la convocatoria
de las Cortes Constituyentes para que un parlamento no deseado no pudiera poner
en duda la supervivencia de la Corona.
Esta renuncia previa de las elites de izquierda no fue
seguida con el mismo entusiasmo por los votantes de la misma ideología.
Cuarenta
años después, la monarquía sigue causando rechazo entre los ciudadanos de
izquierdas y el PSOE continúa protegiendo al rey y alejando a los ciudadanos de
la toma de decisiones sobre su Constitución y sus preferencias de reforma.
El miedo a los ciudadanos continúa instalado tanto en el
entramado institucional como en nuestro modelo de democracia.
Braulio Gomez
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