Mis oficiales, son ustedes unos cobardes o unos fascistas
Sí, le hablo a usted, oficial militar que luce las
estrellas en sus galones con orgullo.
A usted que afirma
defender España, la Constitución y, por supuesto, la Democracia.
Con mayúsculas, faltaría más.
Es usted un cobarde o, peor aún, un fascista o un filofascista,
que para la que está cayendo viene a ser lo mismo.
Usted que se embolsa todos los meses casi 2.000 euros y,
sobre todo, usted que se embucha más de 2.000 euros.
Y le hablo de salario porque sus verdaderos valores y
principios empiezan y terminan en lo monetario.
Es para que nos entendamos.
Usted tiene un precio, como todos los cobardes, como
todos los estómagos agradecidos.
Y, como tal, no sería capaz de arriesgar un céntimo de
ese salario.
Acobardado, temeroso y dócil hasta el
extremo y hasta la vergüenza será capaz de reprochar después a la ciudadanía
que mayoritariamente no le apoye, que no le respalde, que le rechace.
Pero, mírese al espejo, por favor.
Haga ese ejercicio al menos un instante y, después,
pregúntese qué ha hecho usted para merecer el cariño de esa ciudadanía que
tanto le reprocha.
Nada, señor oficial. Nada.
Ha callado cuando sus compañeros han
fallecido en el Yak-42 por negligencias, corruptelas e infamias.
E incluso ha abandonado a su suerte a sus familiares.
A las familias de sus compañeros. A
sesenta y dos
compañeros suyos hechos trizas, sus familiares en los juzgados y Usted callado.
Indignamente callado.
Por esa picadora de carne han pasado decenas de
militares: más de 40 víctimas del BMR y el Lince; una decena masacrados por
minas en mal estado, principalmente en Hoyo de Manzanares y Almería; siete en
dos accidentes de helicóptero en el Servicio Aéreo de Rescate; y podría seguir.
Y sus familiares en los juzgados una y otra vez.
Más de cien compañeros suyos fallecidos e incontables
heridos y mutilados.
Más de 4.000 militares han causado baja por diferentes
expedientes psicofísicos. Y todo ello ha acontecido frente a sus narices.
Pero Usted ha preferido y prefiere seguir cobrando a
ejercer el valor que un día juró no perder jamás. No le duró ni el campamento.
Ha callado ante todo tipo de
negligencias, abusos, acosos y privilegios anacrónicos injustificables en una
democracia avanzada.
Ha permitido que la justicia militar se despache a placer
con sus compañeros mientras mantenía su remunerado silencio, ha permitido que
los carros de combate se amontonen en almacenes por falta de combustible o que
los helicópteros o aviones terminen en hangares.
Ese es su patriotismo.
Qué decir del submarino que no flota o del catastrófico
avión A400M.
Pero si la muerte de sus compañeros le importa un
pimiento, que el país malgaste decenas de miles de millones de euros en
material que no vale ni para el campo de maniobras a usted se la refanfinfla.
Ha callado ante un capitán condenado
por 28 agresiones sexuales que continúa en las Fuerzas Armadas gracias a una
bochornosa peripecia jurídica que solo puede ser comprendida desde la
prevaricación generalizada de una justicia militar por completo corporativa.
Y no es un caso único: intentos de violación, violaciones,
agresiones, acosos… los condenados o exonerados siguen dentro y las víctimas
fuera.
Y ellas fueron acosadas laboralmente en un gran número de
ocasiones gracias a su complicidad; gracias a sus testimonios lo
suficientemente difusos, ambiguos o amnésicos; gracias, incluso, a su apoyo en
tan infames cacerías.
Gracias, en definitiva, a su falta de escrúpulos y
honorabilidad. A su silencio. A su nómina.
Y como ha callado ante todo lo anterior, como su silencio
y su dignidad ya no tiene límite, como carece de los más elementales principios
democráticos y no tiene ni puñetera idea de lo que es el servicio al ciudadano,
pues que hayan firmado un manifiesto franquista más de 1.000 oficiales que
hasta hace poco desempeñaban las tareas y los puestos de mayor responsabilidad
de nuestras Fuerzas Armadas a usted se la chifla unas cien o doscientas veces.
No siente la más mínima vergüenza ante un episodio que
ensucia el enorme y loable trabajo hecho por tantos y tantos militares durante
las últimas décadas.
Porque ese manifiesto franquista es
una ocurrencia perversa que da la razón a los que durante años hemos estado
denunciando que las Fuerzas Armadas se han modernizado, pero no se han
democratizado. Y lo digo con pesar.
Por eso le hablo a usted, oficial
demócrata, al que se indignaba cuando según usted yo generalizaba al afirmar
que la oficialidad en su mayoría es franquista, cobarde y absolutamente
responsable de los males que acontecen en las Fuerzas Armadas.
Porque solo faltaría que de ello culpáramos a los suboficiales
o a la tropa.
Aunque,
seguramente, no le importaría. Mejor, para sus intereses; mejor para seguir con
sus residencias, sus veraneos y sus campos de golf. Que eso sí es de su
incumbencia.
Usted, oficial que afirma ser
demócrata, pero calla ante semejante infamia no espere que los ciudadanos le
quieran.
¿Cómo van a admirar y a amar los ciudadanos a quienes
callan ante el bochornoso estado y comportamiento de nuestras Fuerzas Armadas y
ante la dantesca e infame corrupción y degeneración que las mismas sufren a
diario?
¿Cómo van a amar los ciudadanos a los oficiales que
callan ante las exigencias de ex altos oficiales que exigen que se entre en
Catalunya con los carros de combate?
Porque, ante un órdago de la magnitud
del mostrado por los más de 1.000 oficiales franquistas y fascistas ni un solo
oficial en activo o en la reserva ha firmado el manifiesto antifranquista por
la democracia.
Y no lo han hecho por miedo, por cobardía, por temer más
el perder su empleo y su salario que el perder la dignidad.
Ese es el límite de su valor: su nómina.
En ésas, ha tenido que ser un cabo, el
cabo Santos, secundado por un subteniente, varios militares más y dos guardias
civiles los que hayan demostrado patriotismo, amor infinito a su uniforme y su
país, servicio abnegado hasta las últimas consecuencias y los valores y
principios democráticos en lo más profundo de sus entrañas.
Porque llegados a este punto, llegados
a la situación en la que más de 1.000 oficiales se han posicionado a favor de
Franco y ni uno solo lo ha hecho a favor de la democracia, solo me queda
concluir que, señores oficiales, son ustedes todos unos cobardes o unos
franquistas.
Y ni lo uno ni lo otro será jamás recompensado ni
aclamado por la ciudadanía.
Espero, de ahora en adelante, no
volver a escuchar a ninguno de ustedes lamentarse ni quejarse al ser
considerados ‘fachas’ por una gran mayoría de la ciudadanía.
Y ni mucho menos afirmar que al generalizar al hablar
sobre la oficialidad me confundo, pues se comportan como un todo.
De hecho, no hay ni siquiera un oficial militar con el
valor suficiente para posicionarse a favor de la democracia. Penoso.
Así pues, su silencio les hace
responsables de considerarles franquistas a todos y si no lo son, son unos
cobardes.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del
Ejército de Tierra.
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