Prisiones de Castilla
Entre este miércoles de San Valentín, 14 de
febrero, y el martes 20, tendrá lugar en el Tribunal Supremo una nueva ronda de
comparecencias de líderes independentistas en relación con la causa que llevó a
la cárcel a medio govern Puigdemont y
al exilio al otro medio, amén de los Jordis y Carme Forcadell.
En esta ocasión el círculo se amplía a exdiputadas
de la CUP (Anna Gabriel y Mireia Boya - hay dudas sobre si comparecerán o
no-), las dirigentes de ERC y el PDeCAT Marta Rovira y Marta Pascal -ya hay quien reza por que no se las
llegue a conocer como “les Martes”-, el expresident Artur Mas -ya condenado a inhabilitación por la
consulta del 9-N- y Neus Lloveras,
expresidenta de la AMI - ha renunciado al cargo hace pocos días-.
Tienen cita con el juez Pablo Llarena (¿se
acuerdan de cuando se lo tenía por el juez “bueno”, “garantista”, etc.,
que iba a enmendar los "errores" de la juez Carmen Lamela de la
Audiencia Nacional?) por su presunta participación en una suerte de comité estratégico del procés.
La Guardia Civil ha elaborado, además, una
lista de 32 personas “de interés para la investigación”.
Entre los relacionados está Elsa Artadi, mano
derecha del President Carles Puigdemont -y posible candidata a la
presidencia “efectiva”-, pero también un buen número de responsables de los
segundos escalones del Govern, candidatos claros a continuar, como es el caso
del secretari d’Economia, el republicano Pere Aragonès.
Estos próximos días, en fin, sabremos si
el dispositivo judicial de descabezamiento del
independentismo conoce
algún límite en su acción represora.
Veremos.
Aunque haya pocos motivos para el optimismo,
sino más bien para todo lo contrario.
En las últimas semanas, la tenacidad de
Puigdemont para hacer valer sus derechos políticos tanto ante el Estado español
- negándose a entregarse a la policía- como de una parte del independentismo - negándose
a asumir una presidencia "simbólica" - ha servido de
cínica coartada al juez Llarena para justificar la continuidad en prisión
de los Jordis, Junqueras y Forn.
La estrategia judicial contra el independentismo
es tan perversa que evoca aquella maldad en estado puro y,
sin embargo, banalizable y banalizada, que describió la filósofa y
escritora Hannah Arendt.
Cuidado.
No hace falta estar en un campo de
concentración nazi para percibir los oscuros destellos de la maldad gratuita:
puede bastar con el patio de una cárcel de la España “democrática”.
No hace falta estar en la Alemania de 1933:
basta con darse una vuelta por las redes sociales para calibrar hasta qué punto
se banaliza la privación de las libertades más básicas a los Jordis, Junqueras
o Forn.
La tenacidad de
Puigdemont para hacer valer sus derechos políticos ha servido de
cínica coartada al juez Llarena para justificar la continuidad en prisión
de los Jordis, Junqueras y Forn
Cualquier jurista medianamente serio sabe que
las delirantes resoluciones de Llarena se pueden leer como un insulto a la
verdad.
Y es ante decisiones semejantes cuando se
entiende por qué "justicia" y "ley" no son exactamente lo
mismo e incluso pueden devenir términos antagónicos.
Pero, se nos intenta hacer ver, cada vez
con más insistencia, que es el “prófugo” Puigdemont el
culpable de que sus compañeros sigan en Estremera y Soto del Real.
Grave, muy grave.
La siniestra “razón de Estado” lo aguanta
todo y, además, como dijo Rubalcaba, ese
Fouché redivivo que sigue mojando en todas las salsas del poder español,
sin reparar en coste alguno.
Puede que la república de Puigdemont sea
muy Polònia,
pero la brutal reacción del Estado español la ha convertido en una arma cargada
de futuro, por más incierto que aparezca su presente.
Puede que la república
de Puigdemont sea muy Polònia,
pero la brutal reacción del Estado español la ha convertido en un arma cargada
de futuro
La dureza del trato a los líderes
independentistas aún en prisión - y la amenaza que se cierne sobre los demás -
condiciona y atenaza todos los movimientos en el tablero político de la Catalunya pos-21-D.
Es evidente que la batalla desatada entre el
PP y Cs por ver quién la tiene más rojigualda - y perdonen el símil - repercute
claramente en el futuro penitenciario y judicial de los líderes del procés.
Por primera vez en décadas, el ganador de las próximas elecciones españolas no lo decidirá el centro
sociológico sino la extrema derecha aznarista que el
PP aspira a retener y Cs quiere conquistar.
Existe un hilo negro que une la ampliación de
los supuestos de la prisión permanente revisable (la cadena perpetua
encubierta), la exclusión de la sedición y la
rebelión del
catálogo de delitos que pueden ser objeto de indulto, la propuesta de Cs para
que las lenguas cooficiales dejen de ser requisito para acceder a un empleo
público y los autos de Llarena sobre los presos políticos catalanes.
Pero la pugna electoral entre el PP y Cs no
es causa, sino consecuencia, del giro autoritario con el que se está
reescribiendo la democracia española. Ese nuevo Regimen proclamado a la voz de “¿A
por ellos!”
La batalla desatada
entre el PP y Cs por ver quién la tiene más rojigualda repercute en el futuro
penitenciario y judicial de los líderes del procés
Y es evidente que la pugna entre ERC y JxCat,
ahora centrada en la gestión de "la" o
"las" investiduras, favorece las expectativas de ese marco general de cierre de todo el campo de juego.
El marco en el que está (casi) atrapado
el independentismo y que ya ha engullido a la izquierda española: el PSOE fantasmal de Pedro Sánchez y el Podemos de Pablo Iglesias, dimitido de todo en
Catalunya desde el 21-D.
Se constata estos días extraños que la larga
batalla por la hegemonía del soberanismo entre republicanos y postconvergentes
no remite ni siquiera en los peores momentos, en las circunstancias más
crueles, lo cual, además de mostrar la peor cara del independentismo,
constituye la mejor arma del
autoritarismo espanyol.
La ruptura de la unidad independentista, de
ese eje Estremera/Soto del Real-Barcelona-Bruselas, es la esperanza última del
españolismo neoautoritario para que a la decapitación del independentismo, a la
muerte política y civil de los líderes de la república del 27 de octubre, le
siga la deserción de la base social del movimiento
soberanista.
El inesperado catalán rebelde, ese que plantó
cara a las porras en el referéndum del 1-O, tiene que volver a ser el catalán miedica, o sea "de seny".
Por eso también los Jordis, Junqueras y
Forn continúan en la cárcel.
Y Puigdemont y los consellers en Bruselas.
Prisiones de Castilla.
Es España entera que empieza a parecerse
a una prisión en el páramo castellano.
David González
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