Llega la Stasi del 155
A raíz del conflicto catalán, que continúa sobredeterminando el escenario
político español,
va deslizándose una sospecha creciente generalizada sobre algunas
organizaciones, colectivos, dirigentes, o profesionales críticos o contrarios
al 155.
El foco, primero, de momento, se ha
puesto exclusivamente en Cataluña, después podría ampliarse al resto de España.
Es un proceso imperceptible que corre
el riesgo de llevarnos al opresivo ambiente tan bien descrito en la
película “La vida de los otros”; sobre aquella cotidianidad de la
desaparecida República Democrática Alemana, latía en los sótanos la sombra de
la represión.
Y por eso, al calor de las
investigaciones judiciales sobre el “procés”, dirigidas por el magistrado Pablo
Llerena, se suscitan filtraciones u opiniones de lo que cabría empezar a
denominar la Stasi del 155.
Ahora mismo la rueda de la
sospecha se detiene sobre el productor audiovisual Jaume Roures.
Bajo la prueba de la lógica, ajena por
completo a la lógica de la prueba que siempre debe conducir toda investigación
judicial, se establece un conjunto de deducciones que, por arte de magia
policial, lo convierten en un miembro de un supuesto comité ejecutivo del
“procés”.
Así aparece como sospechoso de tres
conversaciones telefónicas en las que consta no ser el autor, ni el receptor de
las llamadas.
No hay más cargos, ni puede haberlos,
que haber financiado e impulsado la producción de dos magníficos documentales
de denuncia sobre la salvajada policial de Barcelona y las cloacas del
ministerio de Interior, que no han merecido todavía la atención de los jueces.
Como toda organización criminal
tiene siempre que ir acompañada de un brazo mediático, alguna malsana cabeza ha
caído en la pésima tentación policial de confundir el ejercicio de la libertad
de expresión con la conspiración.
Quizás se trate de intimidar a dicho
productor para que no prosiga emitiendo documentales que asemejan el actual
Ministerio de Interior con aquel de Gobernación, del franquismo, al frente del
cual estaba el general Camilo Alonso Vega, alias Camulo.
Aunque
lo desean, no parece que vaya a ser fácil sentar al señor Jaume Roures en el
banquillo de los acusados, dentro del macro juicio que la Moncloa prepara este
próximo otoño y que ya califica como el 23–F catalán.
Llama la atención que quienes
sufrieron, bajo el primer gobierno Aznar, una tentativa
judicial análoga de empurar a su patrón, Jesús Polanco, por irregularidades
empresariales, den ahora tanto relieve, en el diario gubernamental El
País, a esta filtración tan sesgada como interesada.
Pese a que ese diario ha dejado de ser
el gran referente informativo hace mucho tiempo, no deja de sorprender que se
alinee con la Stasi del 155.
No es necesario recordar el poema,
atribuido a Brecht, que denunciaba la ceguera de los indiferentes ante la
redada de judíos en Alemania, para intuir que cuando la derecha comienza a
encadenar una cuerda de presos siempre se sabe con quien empieza pero nunca con
quien termina.
En el descargo de Prisa, hay que
señalar el silencio pétreo de los partidos democráticos, con excepción de los
Comunes.
Bien porque se han sumado a la
actividad carcelera, bien porque han enmudecido con las encuestas, es bastante
preocupante que, salvo Ada Colau, que va a recibir en el Ayuntamiento de
Barcelona a los familiares de los presos, el resto haga mutis por el foro.
Con excepción del PNV, que observa con
mucho temor las barbas del vecino catalán cortar, nadie cuestiona hoy esta
espiral represiva, desencadenada por la rivalidad entre Rivera y Rajoy por ver
quien representa mejor el nacionalismo español.
Asombra, además, porque desde esa
misma prueba de la lógica, ya puestos, cabría incluir, si lo considerasen
oportuno, al líder de Podemos, Pablo Iglesias, por haber asistido a una
cena con el procesado Junqueras y el investigado Jaume Roures.
La partitocracia tiende a olvidar
que el eje de la actual coyuntura política no reside hoy en el dilema
unionismo o plurinacionalismo, ni tampoco en la contraposición derecha e
izquierda, sino en el desarrollo o retroceso de la democracia.
La derecha lo entiende perfectamente y
compite duramente por ver quien dirige, a la vez que rentabiliza la involución
en curso; pero la izquierda parece no entenderlo, por aspirar a ser el comodín
de Rajoy o Rivera, caso del PSOE, o por la muy mala tentación de ser mucho más
un sindicato que un partido, después de haber sido un movimiento, caso de
Podemos.
Hoy la Stasi del 155 acosa a
Jaume Roures, ¿a quién acosará mañana?
Fernando Lopez Agudin
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