¿Puede Rajoy convocar elecciones en Cataluña?
En Cataluña hay un Parlamento
legalmente constituido a principios de año pero que no funciona.
El 17 de enero se constituyó la Mesa
de Gobierno, con Presidente incluido, pero desde entonces no ha conseguido dar
el segundo paso habitual en estos casos: elegir un Presidente de Gobierno y, a
renglón seguido, designar Gobierno.
Hay mayoría independentista con tres
grupos parlamentarios definidos bajo ese objetivo (Juntos x Cataluña, ERC y
CUP) que suman 70 escaños (34+32+4) y que incluso podrían aspirar a alguno de
los parlamentarios (8) del grupo de los Comunes.
Pero es una mayoría dividida en un
asunto central: el nombre del Presidente de Gobierno, que encierra el
significado de asumir y validar los acontecimientos secesionistas de septiembre
y octubre que los tribunales investigan como posible delito de rebelión,
sedición y malversación.
Los protagonistas (no todos) del
embrollo, del llamado “procés”, cuando comparecen ante los jueces declaran que
en octubre no hubo rebelión, que la declaración de una república catalana fue
un acto simbólico, sin consecuencias, fruto de reuniones informales de amigos…
lo cual reduce a la nada el propósito de continuidad entre el Gobierno
destituido por revoltoso y el nuevo Gobierno que debería salir de las
elecciones de diciembre.
Entre los 70 parlamentarios
independentistas hay distintas sensibilidades, por un lado los que en los
documentos “indepes” llaman “hiperventilados” (del orden de 25, agrupados en
torno a las figuras de Carlos Puigdemont y Jordi Sánchez, incluidos los 4 de
las CUP) y los históricos o realistas (del orden 45) que son militantes de ERC
y de la antigua Convergencia que no acaba de definir su marca electoral más
allá de incorporar la idea de Juntos, que es una aspiración).
Si esos dos bloques no se ponen de
acuerdo no hay presidente ni gobierno, ni punto final a la intervención del
155.
Y para que se pongan de acuerdo el
jefe de la facción “hiperventilada” tiene que dar un paso atrás ya que su
designación efectiva como Presidente es imposible.
La otra alternativa es consensuar un
nombre con bajo riesgo de inhabilitación judicial que manda a la reserva a
Puigdemont como éste hizo antes con Artur Mas.
El problema que tiene el proceso de
pactos es que carece de plazo una vez que los reglamentos vigentes dicen que
para que el reloj se ponga en marcha tiene que producirse un acto de
investidura.
El punto actual es que “ni contigo ni
sin mi tienen los males remedio”, el laberinto tiene la salida bloqueada hasta
que alguien derribe el muro, para lo cual alguno tienen que ceder.
Desde fuera los letrados del Parlament
pudieron haber abierto una puerta a la fijación e plazos, pero no se
atrevieron. El grupo socialista con el táctico Iceta a la cabeza llama al
Constitucional para que haga lo que los letrados no hicieron: habilitar plazos.
Pero no parece que el Constitucional
esté por la labor de resolver problemas a los políticos, en realidad los
magistrados están hasta el gorro de que le trasladen problemas que no les corresponden,
que les exceden.
Queda un recurso por explorar, el del
presidente de facto de la Generalitat que no es otro que el señor Mariano Rajoy
en tanto que el 155 siga vigente.
Rajoy podría volver a disolver el
Parlament, con el argumento de su incapacidad y convocar nuevas elecciones para
que los ciudadanos deshagan la madeja.
Argumentos no faltan aunque la
legalidad puede someterse a escrutinio ¡del Constitucional!
Pero cuando los políticos no son
capaces de salir del laberinto tienen que intentarlo las instituciones y en
última instancia los ciudadanos.
Rajoy
pensará: “vaya lío”, pero su trabajo de jefe de Gobierno es precisamente romper
los nudos, algo que no puede el Rey pero si el Presidente.
González Urbaneja
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