Lodazal Ciudadanos

El partido gerenciado por Rivera corre un riesgo muy alto de convertirse en un lodazal, si no está ya inmerso de manera irreversible en él.
Utilizo la palabra lodazal en el buen sentido (si lo tiene), es decir como masa informe, oscura y pringosa resultado de la decantación de materia que no encuentra aceptación ni de la naturaleza ni de los hombres. Aquello que sin valor alguno se desecha y acaba formando detritus. No me refiero específicamente al simbolismo de lo nauseabundo que supone lodazal igual a inmoral.
No digo por tanto que el partido de color anaranjado sea una organización inmoral, pero sí me parece que tiende a enturbiarse, a  oscurecerse, a resultar pringosa.
Así me lo parece ya que actúa como una balsa de decantación que recoge todo lo que fluye de manera inconforme con la aceptación natural, legal o institucional de las ideas y actitudes políticas. Lo que le lleva a grandes contradicciones e incoherencias irreconciliables. Sostiene discursos incendiarios contra la  corrupción sin que le cause empacho alguno sostener gobiernos corruptos hasta la médula.
Abjura del nacionalismo y actúa como el partido con mayor carga de irracionalidad nacionalista (aunque de otra nacionalidad). Campea con la posesión de la verdad mientras defiende y otorga veracidad a toda clase de rumor o invectiva que crea oportuna.
Las manifestaciones de sus portavoces oficiales u oficiosos (Girauta, Arrimadas, Villacís, Cantó) que rozan lo esperpéntico, chocan con las grandilocuentes afirmaciones campanudas de sus ideólogos en Londres o Madrid.
Y no me parece que esta ambivalencia estructural responda a un uso circunstancial  del oportunismo, que todo partido maneja de una u otra forma,  entiendo que es una cuestión ontológica, la indiferenciación está en su génesis.
No debe olvidarse que el partido nació de la voluntad expresa de un grupo de líderes mercantiles espantados por el éxito y la pujanza del movimiento antisistema (económico) puesto en marcha por el activismo del 15M y recogido en parte más tarde por Podemos.
En su nacimiento no consta ideario alguno que no sea el de frenar la contestación organizada de una población harta de desigualdad y de sufrimiento, y para lograr tal objetivo, todo vale.
Y ahora, superada la fase de inicio, todo sigue valiendo. Por eso recoge todo lo que haya por ahí que no encuentre acomodo, decanta en su balsa toda inquietud que, por atrabiliaria, no encuentra acomodo en ninguna organización con la que contrastarse y por tanto en la que inspirarse. Las actitudes de derecha conservadora se ajustan como guante a la mano en el PP, la izquierda acrítica ve en el PSOE su faro, no ilumina pero emite señales de cuando en cuando.
La izquierda antisistema económico se dispersa en la nebulosa de partidos y organizaciones de cercanía en los que resulta posible y hasta emocionante el activismo (al precio de la irrelevancia eso sí).  El territorio y la diferencia cultural encuentran su alojamiento en los partidos llamados nacionalistas periféricos, sea el PNV, ERC o la versión que toque de la burguesía catalana. Lo cierto es que toda aspiración razonable tiene cauce de expresión y una trayectoria reconocible que proyecta sus respectivos futuros.
Quedan fuera de este agrupado “normalizado” las actitudes no enmarcables, los irredentos, los asfixiados, los despistados, los descolocados debido a su idiotez, a su incoherencia o su  inconfesable arribismo.
Y esto es lo que convierte al potencial aluvión de adhesiones a Ciudadanos en un engorrinamiento peligroso (incluso para sí mismo). Cualquiera que esté al tanto de las conversaciones de bar o de whatsapp, incluido chats de la policía, habrá observado que el nivel de furibundos delirantes va en aumento.
Personas que hace unos meses se sentían incomprendidas en su furia, reprimían su juicio y hasta recelaban de sí mismos por su inclinación por las salidas de tono exageradas, ahora se ven autorizadas a manifestarlas. Y estos sujetos con toda seguridad no tienen claro dónde dirigir su atávica visión del mundo y de cómo enfrentarse a él, pero ya no esconden su presencia por más que resulte burda y descalificada.
Su desproporcionada forma de entender la mecánica social solo puede llevarles a un fluir irritante que va disolviéndose en el sumidero de las propuestas inaceptables, que debidamente tratadas y convertidas en polvo acabarán en Ciudadanos.
Pero la suma de ellas dejará poso en la balsa de decantación que es Ciudadanos para las almas en pena, para los desorientados, las camisas pardas o azulceleste, para la intransigencia galopante.  Y de estos polvos se macera el lodo que ya atufa a este partido nacido de la reacción.  

Emilio Jurado

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