“Alt com un san Pau” (alto como un san Pablo)
Ahora todo el mundo tiene teléfono móvil, pero hace mucho tiempo lo usual era llevar espada. Las espadas eran símbolo de justicia y de poder, Hay algunas espadas famosas. Dejando de lado la espada laser de la Guerra de las Galaxias, tenemos la mítica Excalibur, cuyo propietario era el Rey Arturo. También conocemos la Tizona, con la que el Cid Campeador asestaba golpes de espada a diestro y siniestro.
Parece que la ciudad de Barcelona tenía buena fama en la confección de estas herramientas tan valoradas en otra época.
En el año 1131 se habían inventado las fraguas de hierro catalanas que constituían uno de los avances mas importantes de la metalurgia
Muy superiores a las ferrerías de Vasconia y Cantabria, las fraguas catalanas se diferenciaban de todos los sistemas anteriores en que, para soplar el horno, se utilizaba una corriente de aire producida por la acción de una bomba de agua, alimentada por un riachuelo o canal.
El hierro preparado por este procedimiento tenia un temple mayor y se exportaba a Italia para la fabricación de armaduras y espadas- La exportación de este hierro catalán de tan alta calidad contribuía, además, a promocionar las armas forjadas en la ciudad de Barcelona por parte de innumerables talleres que dieron nombre al pasaje de los Ferros y a las calles de Dagueria y de Espaseria.
Según un censo de principios del siglo XVI, en Barcelona había veinte espaderos y tres lanceros, esta notable diferencia, en un tiempo en que se usaba tanto la espada como la lanza, nos habla de la gran producción de espadas barcelonesas destinadas a la exportación, ya que si tres lanceros satisfacían las necesidades de nuestra gente de armas, un numero parecido de espaderos habría bastado si no se hubieran enviado gran cantidad de espadas al extranjero.
Los espaderos barceloneses eran famosos entre el mundo caballeresco medieval porque guardaban el secreto de forjar espadas con un temple tan especial que herían sin tocarlas y aun estando en la vaina.
A mediados del siglo XV, Barcelona confió a los maestros espaderos la espada simbólica de la ciudad, en los desfiles el gremio de espaderos, de los que se encuentran datos ya en el año 1395, representándolos San Pablo con una gran espada, la cual simbolizaba el derecho ciudadano y el sentido de justicia.
Un hombre vestido de san Pablo, que llevaba a cuestas la gran espada gremial, llamada la Espada de la Ciudad.
Para que aquella espada gigante le cayera a medida, había que buscar, para hacer el papel de santo, a un hombre muy alto y robusto, la vista del cual impresionaba tanto al pueblo que se creo la comparación barcelonesa “alt com un san Pau” (alto como un san Pablo), es decir, no como san Pablo , que según parece era bajito y enclenque, sino como un “san Pau”, o sea, como uno de los ganapanes contratados que hacían este papel.
La espada simbólica de la ciudad acabo en el museo Estruch, que hasta finales del siglo XIX estuvo abierto en la Plaza Catalunya.
Parece que la ciudad de Barcelona tenía buena fama en la confección de estas herramientas tan valoradas en otra época.
En el año 1131 se habían inventado las fraguas de hierro catalanas que constituían uno de los avances mas importantes de la metalurgia
Muy superiores a las ferrerías de Vasconia y Cantabria, las fraguas catalanas se diferenciaban de todos los sistemas anteriores en que, para soplar el horno, se utilizaba una corriente de aire producida por la acción de una bomba de agua, alimentada por un riachuelo o canal.
El hierro preparado por este procedimiento tenia un temple mayor y se exportaba a Italia para la fabricación de armaduras y espadas- La exportación de este hierro catalán de tan alta calidad contribuía, además, a promocionar las armas forjadas en la ciudad de Barcelona por parte de innumerables talleres que dieron nombre al pasaje de los Ferros y a las calles de Dagueria y de Espaseria.
Según un censo de principios del siglo XVI, en Barcelona había veinte espaderos y tres lanceros, esta notable diferencia, en un tiempo en que se usaba tanto la espada como la lanza, nos habla de la gran producción de espadas barcelonesas destinadas a la exportación, ya que si tres lanceros satisfacían las necesidades de nuestra gente de armas, un numero parecido de espaderos habría bastado si no se hubieran enviado gran cantidad de espadas al extranjero.
Los espaderos barceloneses eran famosos entre el mundo caballeresco medieval porque guardaban el secreto de forjar espadas con un temple tan especial que herían sin tocarlas y aun estando en la vaina.
A mediados del siglo XV, Barcelona confió a los maestros espaderos la espada simbólica de la ciudad, en los desfiles el gremio de espaderos, de los que se encuentran datos ya en el año 1395, representándolos San Pablo con una gran espada, la cual simbolizaba el derecho ciudadano y el sentido de justicia.
Un hombre vestido de san Pablo, que llevaba a cuestas la gran espada gremial, llamada la Espada de la Ciudad.
Para que aquella espada gigante le cayera a medida, había que buscar, para hacer el papel de santo, a un hombre muy alto y robusto, la vista del cual impresionaba tanto al pueblo que se creo la comparación barcelonesa “alt com un san Pau” (alto como un san Pablo), es decir, no como san Pablo , que según parece era bajito y enclenque, sino como un “san Pau”, o sea, como uno de los ganapanes contratados que hacían este papel.
La espada simbólica de la ciudad acabo en el museo Estruch, que hasta finales del siglo XIX estuvo abierto en la Plaza Catalunya.
Comentarios
Publicar un comentario