Marchena, tú solito eres la violencia
Tanto retorcer las
palabras, tanto discutir sobre qué es o no es violencia, y al final lo teníamos
delante de los morros, Marchena.
Tú solito eres la
violencia.
Violencia intimidatoria,
violencia verbal, violencia represiva, violencia del fuerte sobre el débil,
violencia del cinismo, violencia del derecho penal del enemigo, violencia
gratuita. Menos la física, todas las violencias, vamos.
Ayer en el juicio del
Supremo, en este gran ejercicio de represión sobre presos políticos, sobre
representantes elegidos democráticamente, se acabaron las formas hipócritas, se
acabaron las buenas palabras y salió la espuma por la boca, la fiera carnicera,
el hurón de todos los Baus, la bajeza moral de Millán-Astray, la violencia que
encarnan los tercios de la legión española.
Ayer te brillaban los
dientes y para amenazar levantabas el dedo como Bin Laden.
Ayer salió otra vez a la
luz la Guerra Civil española que aún no ha terminado, Marchena, que aún tú
sigues de manera indefinida porque nunca se hace lo suficiente frente al
enemigo, nunca la prohibición es bastante prohibición, nunca el tabú es lo
suficientemente gordo ni es todo lo tótem que se precisa.
Ayer hiciste volver las
banderas victoriosas, volviste a prohibir la lengua catalana y te burlaste de
Catalunya.
Ayer después de maltratar
a los testigos que no se arrodillaban, tras humillar a los abogados de las
defensas, ayer tras negar el derecho de expresión y de contradicción, la
igualdad de armas, después de mostrarte obscenamente parcial y enemigo de los
acusados, hiciste saber a la prensa que el altísimo tribunal que presides está
altísimamente irritado, supremamente irritado, por el comportamiento de los
abogados y de los testigos.
Tú eres la violencia,
Marchena.
Y no sólo eres como la
violencia policial sino que también te comportas como las fuerzas de la
represión en Catalunya el primero de octubre. Primero ejerces duramente la
violencia y, a renglón seguido, acusas a la víctima de la violencia que tú
mismo has ejercido. Proyectas en los demás tu indignidad. Tú tienes un
comportamiento inadmisible en una sala de justicia y acusas a tus víctimas
precisamente del comportamiento inadmisible que has originado.
Pero, además, todos sabemos que la
irritación mal contenida de ayer no procede de la conducta de los corderos pascuales
que hacen de abogados, de los corderos de Dios que no quitan ningún pecado del
mundo.
Ayer, Manuel Marchena, el
papá de la nena, realmente estabas irritado por otro motivo, por la división
interna de los miembros de la sala segunda del Tribunal Supremo.
Porque antes de empezar
pensabas que con tu charlatanería, con tus eufemismos aproximados, con tu
cinismo jesuítico, con tu capacidad prestidigitadora, todo ello bastaría para
ejercer la represión del Estado, para aplastar a los presos políticos y no
tener que ensuciarte los dedos.
Te creías que podrías
apañártelas para que todo pareciera un accidente, ya que a pesar de ser persona
dialogante y ponderada, a pesar de ser un juez justo y ecuánime, no tendrías
más remedio que elaborar una condena ejemplarizante y durísima porque, contra
tu voluntad humanitaria, los hechos probados serían tan abrumadoramente
incriminatorios que la pena más dura sería poca cosa.
Pues ahora deberéis meter
el cuerno.
Si queréis condenar a doce
hombres y mujeres inocentes deberéis hacerlo con gran violencia sobre la
realidad, remedando las voces, modificando los hechos, disfrazando las pruebas,
retorciendo el derecho hasta hacerlo irreconocible.
Para condenar a Oriol
Junqueras y sus antiguos compañeros de Gobierno, para condenar a los Jordis
deberéis ensuciaros algo más que las manos.
Efectivamente, estamos
esperando la sentencia tozudamente alzados.
Una sentencia que podréis
hacer con total impunidad porque tenéis las bayonetas caladas. Pero como
recuerda Talleyrand, con las bayonetas se puede hacer de todo. De todo menos
sentarse encima de ellas.
El conflicto no dejará de
aumentar.
Jordi Galves
Espero que este artículo lo pueda leer el indigno de Manuel Marchena. Describe contundentes verdades.
ResponderEliminarGracias! Esta es la realidad!
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